Los expertos calculan que estamos a menos de 10 años de entrar en una nueva crisis por el agua en México, una tendencia mundial que podría causar las gueras más cruentas en el futuro.

Se calcula, de acuerdo a datos oficiales de Conagua y de algunos investigadores del Instituto Polítécnico Nacional, que de los 3500 metros cúbicos de agua de la que disponen cada año los habitantes de nuestro país, para 2030 se podrían reducir a menos de mil metros cúbicos.

Hay que echar una mirada al pasado para saber que en México la escasez de agua no perdona. El próximo 30 de noviembre se cumplirán 98 años de que tuvo lugar la matanza del agua en el centro mismo de la ciudad de México y tuvo como consecuencia que Alonso Rodríguez, presidente del antiguo Ayuntamiento, conocido popularmente como el “cielito lindo” fuera considerado uno de los mexicanos más odiados de la nación.

Todo comenzó a mediados de octubre de 1922, cuando miles de capitalinos abrieron el grifo de sus casas, y para su sorpresa, el vital líquido no salió, a causa de la descompostura de la planta de sistema de bombeo, ubicada en la colonia Condesa. Todas las colonias conectadas a su red de tuberías se quedaron prácticamente secas.

Al principio parecía un leve problema fácil de reparar, pero a medida que transcurrían las horas y después los días, los ánimos comenzaron a calentarse. Asociaciones vecinales comenzaron a presentar las primeras quejas oficiales.

Por su parte, las autoridades se habían percatado con horror que los sistemas de bombeo adquiridos en el extranjero requerían piezas de refacción que no existían en todo el territorio nacional, y debían ser importadas de Alemania.

No obstante, ya desde entonces era costumbre decir que ¡todo estaba de maravilla!, y que "había que tener paciencia", actitud ante la cual surgía la pregunta ¿por qué se necesita paciencia, cuando todo está de maravilla?

El ayuntamiento decía que el problema se resolvería de un momento a otro, respuesta que se fue alargando durante las semanas siguientes, hasta que casi se cumplió un mes.

El 30 de noviembre de 1922, una multitud integrada por manifestantes de varias colonias marcharon rumbo al Zócalo para exigir al ayuntamiento una solución o "la dimisión de los munícipes".

Pero todo terminaría en tragedia. Una vez que el grupo de cientos de quejosos se posicionó en la plaza y comenzó a lanzar diatribas amargas contra los funcionarios, un fotógrafo decidió hacer una toma panorámica de la multitud.

Según la versión oficial, los guardias del edificio municipal confundieron el flashazo de la vieja cámara con un disparo de arma de fuego. La policía respondió con sus rifles contra los manifestantes desarmados, entre quienes se encontraban también mujeres y niños.

La multitud furiosa comenzó a lanzar piedras contra el edificio y otros arrojaron mechas encendidas hacia las ventanas, provocando un incendio que redujo a cenizas el invaluable archivo de la ciudad.

Catorce muertos y 30 heridos fue el saldo de aquella matanza del agua . Dos días después, más de 5 mil personas se congregaron en el funeral de los manifestantes caídos. El escándalo indignó a la comunidad internacional, e influyó directamente en las elecciones para la renovación del ayuntamiento de 1923, que fueron ganadas por el Partido Nacional Cooperativista, opositor del Liberal Constitucionalista, responsable del incidente.

La Comisión Consultiva de Obras Públicas tomó las riendas del problema y, al poco tiempo, el agua volvió a correr, dejando atrás este oscuro pasaje del que hay mucho que aprender para esas seguras crisis del porvenir.

Mientras tanto, regresando al presente, se calcula que tan sólo la industria mexicana consume cada año más de cinco kilómetros cúbicos de agua al año, mientras que la agro industria absorbe el 70 por ciento del vital líquido. De no modificarse estas tendencias, el futuro del agua se visualiza turbió y estremecedor.

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@homerobazan40

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