Hasta hace un tiempo no recordaba que existían lugares sagrados para los chavorucos, sitios que van más allá del recuerdo y que se han convertido casi en un cimiento identitario de sus vidas.
Son comunes los comentarios entre la generación nacida entre mediados de los años sesenta y principios de los setenta en los que recuerdan con nostalgia casi religiosa sus andares por sitios ya desaparecidos, todos productos de la mecadotecnia, como si nuestra vidas tuvieran en lo comercial el único referente.
¿Algunos ejemplos? La cadena Burguer Boy, los extintos y ahora resucitados helados Danesa 33, el otrora Reino Aventura, el cine Estadio en la colonia Roma, el cine Bella Época, en la colonia Condesa; sin olvidar el castillo de Disney de petatiux llamado El Continental, en la Del Valle. Hay quienes recuerdan el super De todo al que iban con su mamá o abuelita, lo bonita que era la Zona Rosa antes de la entrada del narco y hasta ese Coyoacán de antaño, menos plastificado, en el que aún había tepacherías donde se podían pedir taquitos dorados.
Mi interés por esa nostalgia comenzó hace más de un año cuando descubrí en las redes sociales diversos foros, chats y grupos, donde personas de entre 40 y más de 50 comparten fotos y anécdotas de sus sitios favoritos de la niñez y adolescencia en diversas ciudades del país. Pero me llamó la atención que en el caso de la ciudad de México, por lo menos el 80 por ciento mencionaba un sitio en particular: el centro comercial Plaza Universidad.
Sin embargo esa nostalgia chavoruca no se anda con medias tintas y los miembros de esos foros coinciden en llamar al aspecto actual de dicha plaza “una fallida y fría remodelación” y recuerdan con numerosas fotografías y largos y nóstálgicos textos, como lucía en los años setenta y ochenta, antes de que numerosos bufetes de arquitectos metieran mano al diseño original de Juan Sordo Madaleno.
Hace un año se cumplió el 50 aniversario este centro comercial ubicado en Avenida Universidad y entre los cientos de comentarios destaca uno bastante divertido de Héctor L. en un grupo del recuerdo de Facebook, donde dice así: “Pareciera que los mismos que hicieron la última remodelación de Plaza Universidad hace ya casi dos décadas, se aliaron con los que filmaron la nueva trilogía de Star Wars… son asesinos de recuerdos y sueños chavorucos” (risas).
En ese sinsentido, un tanto tierno y almbicado los chavorucos comparten sus granulosas fotos Kodak en la famosa plaza durante los años ochenta, con sus peinados de copete o de melena abultada, sus pulseras a lo Madonna. Hay una foto de un grupo de amigos comiendo banderillas en un puesto de atención rápida que tenía el desparacido restaurante Helen’s.
Algún nostálgico publicó una foto con bastante grano donde está junto con su amigo afuera de los también extintos multicinemas, señalando la taquilla de madera donde en una pizarra roja de alfombrilla puede leerse con letras blancas: El retorno del Jedi, Salas 1, 2 y 3.
Pero sin duda la joya de la corona de este lugar es un lugar mencionado por cientos de cibernautas: el cine Dorado 70, del que curiosamente sobreviven muy pocas fotografías, una de ellas fue publicada hace unos años por Christian Ovando que siendo niño fue fotografiado afuera del recinto que exhibía unas vidrieras que seguían toda la curva de la fachada y una gran explanada de mosaicos rojizos.
Quizá esa nostalgia tan fuerte nos habla también de que la generación chavorruca guarda, a causa de la mercadotecnia, recuerdos clonados. Todos escucharon las mismas canciones, llámese Timbiriche o Caifanes; vieron las mismas películas de Spielberg o Lucas, se divertían en lugares como las inolvidables Chispas, sus papilas gustativas guardan la misma memoria: los Cazares en el recreo de la escuela, las banderillas y paletas capeadas del Helen’s, la brontodoble o dinotriple de Burger Boy, todos productos, todos íconos sagrados para una sociedad basada en la sociedad de consumo.
Es sorprendente como millones de chavorrucos mexicanos que eran niños y adolescentes en la ciudad de México, tienen el mismo recuerdo de aquella noche de septiembre de 1985, segundos antes de que comenzara la réplica, el segundo temblor que azotó a la ciudad. Muchos estaban viendo el video de la canción Shout del grupo Tears for Fears, que era transmitido por el programa videoéxitos.
Los chavorrucos han llegado o han sobrepasado el medio siglo, algo que les sienta extraño, que los hace sentirse desfasados, especialmente en una sociedad que parece basada en quimeras que nunca se materializaron, en los cánticos de la eterna juventud y en el síndrome Peter Pan…. pero “afortunadamente”, siempre habrá más novedades en la sociedad de consumo para ser, como dice Sabina: “Tan joven y tan viejo like a Rolling Stone”.
homerobazanlongi@gmail.com
Twitter: @homerobazan40