Mientras en algunos círculos oficiales se hablaba a mediados de 1949 de la prosperidad que se había alcanzado en la nación, y que tan sólo en la Ciudad de México los abastos populares de leche y otros productos básicos habían beneficiado a una cifra histórica de personas, un inoportuno artículo acerca de las acciones de la beneficencia pública dio a conocer que un gran número de indigentes capitalinos continuaban sobreviviendo de la comida que encontraban en la basura.

Aunque por esos tiempos la modalidad de las estadísticas no estaba tan arraigada como hoy en día, los directores de algunos asilos y casas de salud para menesterosos, afirmaron que por lo menos atendían y daban alimento a 30 personas distintas por día, por lo cual sospechaban que el número de "dependientes de la basura" alcanzaba una cantidad de tres y hasta cuatro cifras.

Muchos reporteros e investigadores dieron seguimiento al tema, y pronto se supo de familias enteras e incluso de lo que se calificó como "hordas de la miseria" que en lugares como la Candelaria de los Patos o en los tiraderos de las orillas de la ciudad, comían desperdicios todos los días, y lucraban con objetos que encontraban en aquellos muladares para mantener sus vicios.

Entre los muchos casos, destacó a mediados de 1951, el de Doña Chu, una anciana que se hacía acompañar por dos pequeños que había recogido de las calles y que sobrevivía con pucheros de tortilla remojada, de sobras recién tiradas por las fondas y de las frutas pasadas que dejaban los tianguis ambulantes.

De hecho, pronto se supo que detrás de cada uno de estos mercados había siempre una horda de indigentes esperando recoger los desperdicios, y que incluso algunos marchantes conscientes de esa extrema situación, preferían apartar sus sobrantes para regalarlos a las familias de menesterosos donde había niños pequeños.

Sin duda aquel constante recordatorio de la pobreza que aún imperaba en la ciudad, representaba una molestia que empañaba los demagógicos discursos de los "mandamases". Y aunque algunos lambiscones periódicos se abstenían de recordarles cuán bajo había caído la escala de la cadena alimenticia en la capital, hasta los funcionarios más reacios estuvieron de acuerdo en apoyar a la beneficencia

con fondos temporales para crear un programa público de apoyo alimenticio, mismo que repartiría caldos, panes y leche en algunos suburbios olvidados de Dios.

Sin embargo, más tardaron los funcionarios en alzarse el cuello y en poner de moda la frase "lucha contra la miseria", que la mencionada iniciativa en desaparecer.

Ya en pleno sexenio de López Mateos, cuando su ingenua señora se retrataba en las escuelas con los niños beneficiados por el Programa de Desayunos Escolares, el problema de las personas que comían de la basura continuaba apareciendo de vez en cuando (¡muy de vez en cuando!) en alguna notita perdida en aquel mar de optimismo populista, donde, por cierto, se instaba a las amas de casa a disfrutar de la prosperidad de los nuevos tiempos y a adquirir aparatos electrodomésticos, muebles y vestidos como los de la Jacqueline Kennedy, entre otros derroches.

Hoy, tan sólo en la capital se tiran más de 13 mil toneladas de basura por día, sin tomar en cuenta a las comunidades conurbadas, y son miles de personas las que sobreviven de la pepena y de reciclar lo que otros desechan; de entre ellos, un alto porcentaje continúa atrapado en el nivel más bajo de la miseria, es decir, literalmente comen basura... menos mal que en el mundo de la 4T no todo son malas noticias, y diariamente el humor involuntario nos invade con esas ofensivas campañas televisivas que afirman que en este gobierno... “¡Por el bien de todos, primero los pobres!”

para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.

homerobazanlongi@gmail.com
Twitter: @homerobazan40

 

Google News

TEMAS RELACIONADOS