Diego Cruz

 

El dí­a que tembló yo estaba en el 3er piso de la escuela donde estudié el primer año de preparatoria en Puebla Capital. La verdad es que no me moví­ de donde estaba, las escaleras me quedaban muy lejos y estaban atascadas de todos los demás compañeros. Error, no hice nada por moverme, esperé que pasara. Lo bueno es que la escuela sólo sufría algunos daños como cuarteaduras, pero nada más.

Esos días sentía  la inquietud de ayudar en algo, quise irme a recoger escombros pero mis papas no me dejaron. Entonces me fui con un amigo a vender las acuarelas que he pintado desde chico y las personas no me las quisieron comprar, sí me dieron algunos ví­veres, pero en mi Barrio son algo desconfiados. Mi papá me compró mis pinturas que he realizado desde pequeño y con ese dinero compré algunas cosas para regalar. Con mi mamá nos dedicamos con sus amigas a juntar varias cosas que el sábado después del temblor íbamos a ir a dejar a los pueblos de Puebla y Morelos, pero no puede ir porque el grupo de Teatro donde actúo me habló para que ese día ensayáramos una obra que habíamos tenido en escena en junio. Los ví­veres que habí­amos juntado se los entregamos a un grupo de jóvenes muy entusiastas que se organizaron súper bien en brigadas y los fueron a entregar directamente a los pueblos afectados ese mismo día.

Con el grupo de teatro nos logramos juntar algunos y al día siguiente fuimos con un grupo artistico a uno de los pueblos afectados: Huaquechula. Fue muy bonito ver sonreí­r a los niños que se reunieron en la plaza del lugar para ver la obra. Es el mejor público que he tenido, se reian súper padre, aplaudían todo y al final nos hicieron sentir los mejores artistas del mundo al pedirnos tomarse la foto con nosotros. En ese momento me di cuenta que cada quien ayuda con los talentos que tenemos.
 

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