Después de una larga reflexión, he decidido que el domingo 2 de junio votaré por Morena para los puestos ejecutivos en disputa, pero mi voto para legisladores, a diferencia de las dos últimas elecciones, no será para ese partido.

Ciertamente, este gobierno ha promovido transformaciones importantísimas, al lograr una histórica reducción de la pobreza y las desigualdades, al generar cambios en el mundo del trabajo, incrementar la recaudación, e incluso al fomentar en el plano discursivo una mayor sanción social frente al clasismo y el racismo otrora tan normalizados.

Pero no le daré a la 4T un cheque en blanco para gobernar a su entera libertad. Hoy me parece cada vez más importante generar incentivos para que sea necesario dialogar y negociar con otras fuerzas políticas, sin buscar imponer una visión única. Por eso pienso que lo mejor que le podría pasar a la futura presidenta de México es tener contrapesos, límites más claros y un poder más acotado.

Si bien Claudia Sheinbaum está dotada de una gran visión política y solidez intelectual, percibo en ella una postura poco proclive a escuchar, a aceptar la crítica (incluso la crítica constructiva proveniente de sus propios simpatizantes), y a incorporar las ideas de quienes piensan diferente.

El 2 de junio votaré por un congreso dividido porque, aunque comparto la agenda de reformas sociales de la 4T y considero a López Obrador el mejor presidente que ha tenido México desde Lázaro Cárdenas, me preocupa la forma en que el obradorismo concibe la relación con otros poderes.

Votaré dividido porque necesitamos ponerle límites al poder de los militares y sus negocios; porque hace falta reformar, pero no desaparecer los órganos autónomos; porque no comparto la postura de mantener la prisión preventiva oficiosa y porque no me convence la propuesta de reforma político-electoral de esta administración que Sheinbaum ha adoptado.

La idea de reducir el congreso a 300 diputados, y acabar con 200 plurinominales, como ha propuesto la 4T, recorta la pluralidad y restringe la posibilidad de que fuerzas minoritarias puedan tener una representación en el Congreso. No defendí esa idea cuando la izquierda era oposición, no la voy a apoyar ahora.

No menos importante, votaré por diputados y senadores distintos a los de Morena y sus aliados porque no veo que la 4T se haya tomado en serio la necesidad de reformar, de raíz y a fondo, el más putrefacto de los tres poderes: el Poder Judicial.

Porque el propósito de una reforma al Poder Judicial, necesario y urgente, no tiene definiciones claras, y encomendarle esa reforma a un perfil como el de Arturo Zaldívar resulta un despropósito.

Votaré dividido el 2 de junio porque entre los integrantes de la 4T cada vez se evidencian más los mismos vicios de los políticos del pasado. Porque, aunque vendan una idea de superioridad moral, muchos de ellos tan solo han resultado ser un poco menos deshonestos que los políticos del pasado.

Por último, votaré dividido porque me ha cansado el fanatismo de unos y la arrogancia y soberbia de otros, y creo que a más de uno le haría bien que el pueblo sabio les dé algunas lecciones de humildad.

Obviamente, me resulta imposible votar por el PRIAN en cualquiera de sus formas. Por eso —con los pies en la tierra y sin falsas ilusiones—, le daré una oportunidad a los candidatos de Movimiento Ciudadano al Senado y a la Cámara de Diputados.

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