Hace unos meses conversé con un alto ejecutivo de una empresa internacional, poco tiempo después de que se reuniera con Claudia Sheinbaum por primera vez. Le pregunté qué impresiones le había dado el personaje. Su respuesta me sorprendió: “Es una mujer muy razonable. Me recordó un poco a Ángela Merkel”.

Confieso que el símil con la excanciller alemana me pareció forzado y dejé la reflexión de lado. Sin embargo, durante estas vacaciones me hizo más sentido la reflexión cuando cayó en mis manos una excelente biografía de Ana Carbajosa sobre la mujer que dirigió los destinos de Alemania durante cuatro administraciones (Angela Merkel “Crónica de una Era”).

Física de profesión, Merkel no solo fue la primera mujer que ha llegado a ser canciller de Alemania, sino también una suerte de política-científica que se caracterizó por gobernar, como pocos, desde el sentido común y la razón. Carbajosa describe a la política como una líder sumamente metódica, que analiza los asuntos recurriendo al “método científico”.

Antes que destacar por su carisma (cosa que ni tuvo ni pretendió tener), la autora presenta a Ángela Merkel como una líder que se caracterizó por su afán de entregar buenos resultados y gobernar bien. A la canciller alemana no se le conocieron excesos o grandes lujos: fue la imagen más viva de la sobriedad y la sencillez.

Más que pretender ser una gran oradora y pronunciar palabras grandilocuentes, Merkel fue capaz de trascender la retórica, huir de las generalidades, e involucrarse en los más mínimos detalles para ofrecer una gestión pública eficaz.

Es pronto para saber qué tan parecida podría llegar a ser Sheinbaum a un estilo como ese. Al final de cuentas, sólo la conoceremos realmente cuando la lleguemos a ver en la silla presidencial. Sin embargo, hay algunos rasgos de Merkel que ojalá también llegue a tener la ex jefa de gobierno.

De entrada, el hecho de haber sido una política posibilista, para la cual los dogmas no tienen cabida. Si un rasgo la ha definido es su capacidad para dialogar y construir consensos, sin ser impositiva. El método Merkel, dice Carbajosa, es la escucha activa de quien está dispuesto a cambiar su propia opinión.

Quizás el rasgo más relevante de la excanciller fue su capacidad de negociación, su paciencia y el hecho de no tomarse nunca nada de forma personal. Merkel nunca respondió a una agresión, mientras que quienes la agredieron a ella casi siempre terminaron viéndose perjudicados, pareciendo histéricos frente a su mesura, racionalidad y aplomo.

“Merkel tiene una paciencia de hierro, un autocontrol que roza lo inhumano y una inusual ausencia de vanidad”, señala Carbajosa. Su tono político es siempre sosegado y jamás se sobresalta. Tiene muy claro que “el poder no se ejerce con gritos ni con expresiones altisonantes, sino con el intelecto y la escucha”.

La excanciller supo rodearse de colaboradores eficientes, discretos y leales que fueron capaces de aparcar su ego en beneficio del proyecto de gobierno. No menos importante, en la relación con su equipo, valoró los puntos de vista divergentes y a aquellos que se atrevieron a decirle lo que no necesariamente quería escuchar, como lo dijo ella misma en una entrevista.

Cada país es distinto y cada liderazgo es único (Sheinbaum también podría parecerse a Dilma Rousseff), pero ojalá la probable futura presidenta de México logre abrevar, aunque sea en parte, de rasgos como los aquí mencionados.

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