Hay una agenda en materia de política de comunicación que todavía no ha avanzado lo suficiente durante el primer año de esta administración. En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tuvo lugar un interesante debate sobre el tema en el que el vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, hizo diversos compromisos en una mesa en la que participamos los periodistas Salvador Camarena, Leonardo Curzio y este columnista.

Resalto tres aspectos de esa discusión que me parecen clave: el uso de la publicidad oficial, las mañaneras y el papel de los medios públicos.

Este gobierno cumplió holgadamente su promesa de recortar el enorme gasto destinado a la publicidad oficial, a través del cual se ha ejercido históricamente en el país un intento por controlar políticamente a los medios. Si en el último año de Peña Nieto se gastaron casi 12 mil millones de pesos, en el primer año de AMLO acaso se han ejercido unos 2 mil 500 millones, según fuentes de Presidencia.

Lo que no ha cambiado hasta ahora, sin embargo, es la discrecionalidad con la que se otorga esa publicidad. Aún no existen criterios claros para distribuir la publicidad conforme la capacidad de cada medio de llegar al público. Durante el debate se alertó, por ejemplo, que diarios como La Jornada, han recibido una mayor asignación presupuestal que otros con más lectores como EL UNIVERSAL (datos del portal Sin Embargo shorturl.at/ALNY2).

En la mesa hubo consenso de que es necesario aprobar una Ley General de Publicidad Oficial que permita tener criterios claros, objetivos y transparentes en las asignaciones. Ramírez Cuevas se comprometió a ello a través de una reforma legal que permita que una institución como Inegi pueda medir audiencias, ratings y lectorías, a fin de contar con criterios confiables para asignar la publicidad.

El papel de las mañaneras también fue objeto de una intensa polémica. Ciertamente este ejercicio puede mejorar en su organización. Uno puede discutir si las conferencias de prensa son muy largas y los mensajes pudieran planearse mejor, si el presidente no responde lo que se le pregunta, presenta datos que no han sido verificados, e incluso si el método del dedo presidencial para otorgar la palabra es el más indicado.

Se puede también sugerir, como lo hice durante la sesión, que para evitar suspicacias se anoten los periodistas que quieren participar y se sorteen los que van a hablar. De esa manera nadie estaría especulando si Lord Molécula lleva preguntas sembradas o si la mañanera es un “montaje”, como sugirieron algunos de mis contertulios en la FIL.

Lo que no se puede dudar es que se trata de un ejercicio inédito a nivel mundial, a pesar del desdén de los grandes periodistas que han sido en buena medida desplazados por este ejercicio a través del cual el presidente comunica directamente a la ciudadanía. Las mañaneras contribuyen a desacralizar la figura presidencial y son parte de un ejercicio orientado en un sentido de más democracia y apertura, no de menos.

También se mencionó el papel de los medios públicos, algunos de los cuales llevan años abandonados presupuestalmente. Rescatarlos del olvido es importantísimo para una democracia como la nuestra y resulta estratégico para la 4T. Los medios públicos constituyen un contrapeso importante al poder de los grandes oligopolios mediáticos.

Al no tener una lógica de rentabilidad, permiten visibilizar temas y dar voz a grupos de la sociedad que normalmente no la tienen. Además, son un espacio privilegiado para la deliberación y el debate público y no deben limitarse a abordar temas culturales, como suele creerse.

Es importante, sin embargo, que antes que ser medios gubernamentales o que simplemente reproduzcan discursos oficiales, los medios públicos sean auténticamente públicos, controlados por la sociedad, más que por el gobierno. Como se planteó al inicio de esta administración, la 4T debe innovar de forma más osada en este terreno.

@hernangomezb

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