-Qué horror, ahora México se va a llenar de bolivianos. Si al menos fueran españoles o argentinos. ¿Ya viste los videos del lugar donde vivía? Cómo es posible que duerma en una cama como un jeque árabe en lugar de hacerlo en un petate. Que hasta tuviera un amplio gimnasio consistente en una banda eléctrica para correr. Qué falta de congruencia la de estos chairos zurdos. Cómo puede ser que en su departamento de descanso usara sillas para comer y recibir a sus visitas, en lugar de sentarse en un suelo de cemento. En ese palacete hasta comía con cubiertos. ¿No que muy indígena? …Y ahora tenemos aquí a ese maldito dictador al que le han entregado hasta las llaves de la Ciudad que debieran ser para gente digna. Pero ahí está ese indio, pululando por las calles de Polanco, atreviéndose a comer en los mismos restaurantes que nosotros, y hasta viajando en Suburban. ¿Qué se cree? ¿Cuándo se concibió semejante igualadez? Cómo puede ser que se pasee por aquí con absoluta impunidad. Y encima lo están cuidando los del Estado Mayor Presidencial. ¡Qué exageración! Si no corre el más mínimo peligro, si sus adversarios son inofensivos. ¡Qué van a ser golpistas! Lo único que hicieron fue sublevarse contra un vil tirano. ¿Sabes qué es lo que más me molesta? ¡Que todo eso se está pagando con mis impuestos! ¿Cómo puede ser que el Peje dilapide el presupuesto en mantener a un extranjero para que venga a hacer una vida de príncipe a México? Y luego eso de que, por mi color no voy a poder cobrar pensión a los 65 años, ¡Qué sad! ¡Cuánta injusticia y discriminación…!

Así suenan muchas de las expresiones de rechazo a Evo Morales que se han leído en redes sociales los últimos días. A penas y conocen quién es Evo y cuál es su historia. Acaso entienden qué es lo que ha ocurrido en ese país, pero se han aprestado a dirigir todo su desprecio al nuevo visitante.

Desprecian a Evo, naturalmente, porque lo trajo López Obrador y tienen que odiar todo lo que venga de él. Condenan su presencia en México, aunque la decisión de otorgarle asilo esté plenamente justificada en el derecho internacional y en nuestra legislación. Porque México históricamente ha otorgado refugio y asilo a perseguidos políticos de todas las latitudes y tendencias políticas.

Lo suyo es el odio irracional a un hombre que conjunta, en su sola existencia, muchos de los temores y peores presagios de nuestra élite. Y es que los pejefóbicos de ayer son los evofóbicos de hoy. La figura del presidente Evo Morales revive una vez más el clasismo y el racismo de un sector de la población, su miedo a que nos gobiernen esos mismos a quienes ven destinados a una condición histórica de inferioridad.

Lo desprecian por extranjero, el tipo de extranjero que no les gusta: latinoamericano, humilde y, especialmente, indígena. Si la derecha boliviana lo desprecia por representar a esa mayoría que osó gobernar allí donde por siglos solo lo había hecho una minoría, las razones de la derecha mexicana no son muy diferentes. Evo les ofrece el recurso perfecto para alentar el chovinismo más retrógrado y para lucrar con el patrioterismo más pueril.

En algún lugar, lo desprecian también porque temen que López Obrador termine por correr la misma suerte reeleccionista. Porque no le creen todavía al presidente de México cuando asegura que no tiene planes de ese tipo. Porque en sus cálculos más paranoicos y alucinatorios piensan que, al otorgarle asilo y reivindicar su obra, nuestro presidente está demostrando que cree aceptable perpetuarse en el poder.

Por sobre todas las cosas, lo desprecian porque no pueden perdonarle su éxito, no a un indígena. Porque saben que a su gobierno le fue bien, la economía creció y Evo alcanzó una altísima popularidad, aún después del desgaste de casi 14 años en el poder. Lo desprecian nuestros conservadores porque nada les aterra más que la posibilidad de que un proyecto similar pueda tener éxito aquí.

Ya no desprecien, amigos. No les hace bien y no es sano para la República.

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