Para una aspirante a candidata presidencial, el resultado obtenido por Claudia Sheinbaum en la elección del domingo 10 de abril deja mucho que desear.

Con una participación del 19.8%, en la capital salieron a votar poco más 1.5 millones, pero solo 1 millón 325 mil se pronunciaron por la continuidad de AMLO. La jefa de gobierno no logró ni de cerca recuperar los distritos que Morena perdió en 2021, cuando 1 millón 577 mil votaron por el partido del presidente en la elección donde se renovó el congreso local y las 16 alcaldías.

A diferencia de López Obrador, quien puede presumir que el domingo obtuvo más votos de los que alcanzaron Anaya y Meade en 2018, Sheinbaum alcanzó en el revocatorio muchos menos votos que Alejandra Barrales, su principal contendiente en esa misma elección. Ni en 2021 ni el pasado domingo la jefa de gobierno logró superar el millón 672 mil que alcanzó la perredista.

Ciertamente, estamos analizando elecciones distintas que no son automáticamente comparables, pero el resultado es pobre porque en esta elección Sheinbaum puso toda la carne al asador. Lo hizo porque sabía que estaba ante una importante prueba política y por esa razón comprometió muchos esfuerzos.

Fueron largas horas de reuniones, cuantiosos recursos, e incluso la movilización de estructuras corporativas como las que estuvieron presentes en el mitin del 6 de abril en el Monumento a la Revolución, donde se congregaron hasta 80 mil asistentes, con representantes de la CROC, la SNTE y del programa Pilares.

Tampoco en el Estado de México, donde Sheinbaum coordinó tareas, hay algo digno de presumir. Si en la ciudad la jefa de gobierno habría prometido 2 millones de votos, en la entidad vecina estuvo muy lejos de los 4 que prometió. Allí alcanzó tan solo 1 millón 750 mil votos por el sí.

Sheinbaum ha sido una gran jefa de gobierno (en mi opinión la mejor gestión que hayamos tenido hasta ahora en la ciudad). Pero es hora de reconocer que no ha sido capaz de demostrar grandes dotes para la operación política ni para la movilización y formación de colectivos.

Naturalmente, la jefa de gobierno se beneficia de que el propio presidente haya salido victorioso del revocatorio y, presumiblemente, de seguir siendo la favorita. Además, seguirá siendo la opción para quienes queremos una candidata de izquierda para 2024. Pero hoy no es tan evidente que será la candidata.

Mientras la jefa de gobierno pierde puntos con esa elección, con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, parece haber ocurrido lo contrario. Si su nombramiento como secretario y su cercanía con el presidente ya lo había colocado en el mapa, su performance en el revocatorio le suma puntos como un serio contendiente.

En su propio estado –y el del Presidente– Adán Augusto logró una gran movilización que araña el 35%. Casi todas las entidades donde operó se ubican entre la mitad de mayor participación. En dos estados a los que asistió –Yucatán y Campeche– la votación también fue muy elevada, con el 21.5% y el 27.8% respectivamente.

El hecho de que el secretario de Gobernación asome la cara cada vez más no es casual. Es sabido que Adán Augusto no se manda solo. Es el Presidente quien decidió darle todas las responsabilidades que hoy tiene, y quien le ha dado manga ancha para comenzar a interactuar con las bases del obradorismo. Las cosas se ponen interesantes.

@HernanGomezB