Lo hemos estado repitiendo una y otra vez en este espacio: va en serio el boom del arte digital. Esta “nueva” manera de crear ya movió 2 mil 500 millones de dólares en ventas hasta mediados del 2021, por supuesto esta situación no iba a pasar desapercibida. Caray, ya hasta tuvimos un gran robo de más 2 millones de dólares que le cometieron al artista Toddkramer, literalmente (en lo que cabe la expresión) hurtaron 16 avatares digitales que se vendieron posteriormente en una página falsa. En realidad, todo pasó de forma más, digamos, sofisticada: El robo se hizo a partir del hackeo de la billetera digital de Toddkramer a la que estaban ligadas las piezas; es decir, estamos hablando de imágenes que no es que se hayan copiado para venderlas a algún incauto, fueron las obras originales, con su blockchain, las que realmente se ofrecieron y cuando el comprador pagó, los atacantes simplemente sustrajeron de la billetera los recursos (como criptomonedas, por supuesto).

Irónicamente, una de las soluciones a este tipo de estafas está un paso atrás de toda esta virtualidad, y consiste en usar lo que se conoce como “hard wallet”, una billetera física en forma de USB. Por supuesto, ya tenemos debate abierto para lo que se viene: los caminos legales a seguir ante futuros ataques. Problemas del mundo virtual a ser resueltos en el mundo físico por las vías de toda la vida. Este sueño utópico del blockchain y su perfección (que ha llevado a algunos a asegurar que debería ser aplicado en los modelos de retención de impuestos en los países por ser inviolable) tiene todavía que ajustar algunas tuercas.

Mientras eso pasa, insistimos, va en serio; tanto que en Estados Unidos ya abrió el primer museo dedicado a los Tokens no Fungibles (NFT’s) en la ciudad de Seattle. De entrada el museo ha dividido las obras en tres categorías: arte, deportes y coleccionables. ¿Cómo se exponen las obras digitales? En unas muy físicas pantallas con calidad ultra HD, treinta en total con medidas que van de las 32 a las 85 pulgadas. Tan en serio se lo toman que piden prestadas las obras originales, por supuesto, por lo que detrás de esas imágenes, hay un código detrás; en realidad para el espectador daría lo mismo que fuera una captura de pantalla ya que vería exactamente lo mismo. Por supuesto este argumento puede aplicar a la mayoría de las obras físicas en museos convencionales. El museo inauguró con obras de un puñado de artistas entre los que están Larva Labs y Blake Kathryn y tiene, por supuesto, su propia tienda de recuerdos, también muy muy física.

Va en serio, sin duda, y la visión de los empresarios, como en este caso, ayuda a afianzarlo. Curiosamente pareciera que lo físico sigue validando, que por más digitales que seamos, lo físico sigue siendo una especie de meta a la que los nuevos artistas no terminan de renunciar. ¿Se verá mal en el mundillo virtual este tipo de expresiones y validación? ¿Convivirán ambas formas y seguiremos viendo museos de este tipo? La respuesta a esas preguntas todavía no las tenemos; sólo percibimos que esto va en serio.

herles@herles.mx

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