Robots que ejecutan elaboradas coreografías de baile, otros que compiten en partidos de futbol de mesa, algunos más que pelean “a muerte” en torneos de lucha; la fascinación por que una maquina consiga imitar, en apariencia al menos, a los seres humanos parece nueva pero no lo es. Antes de este boom japonés por los androides, antes aún de la literatura de ciencia ficción y el ciberpunk de los 80 había ya un Hefestos griego, creador de androides en más de un mito, Herón de Alejandría ya había escrito un tratado sobre “robots” en el siglo primero, están también por ahí las leyendas judías del Golem, el moderno Prometeo de Mary Shelley o El Maestro Zacarías de Julio Verne, por mencionar algunos. Más allá de la teoría, la imaginación o la literatura, en la práctica, Ctesibio construía en el siglo III a. de C. artefactos que imitaban tareas que hacían los seres humanos, los sacerdotes de Osiris manipulaban las extremidades del dios de la resurrección y podían hacer que lanzara fuego de sus ojos; Jaques de Vucason, en el siglo XVIII, se jactaba de haber creado un ganso mecánico que hacía la digestión; un poco más allá fueron los creadores de Deep Blue, la supercomputadora de IBM que compitió contra Kaspárov en lo que podríamos llamar, de alguna manera, la primera gran derrota en el contexto de los procesos internos, del ser humano contra una máquina.

Procesos internos que conlleven pensar, imaginar, crear, eso sí que rompería paradigmas. En ese contexto hay proyectos que buscan la creación de un algoritmo para que una computadora sea capaz de, por ejemplo, hacer literatura. Quizá le sorprenda saber que hace unos años se publicó un texto en Rusia, de más de 300 páginas, con esas características; el título de la primer novela “escrita” por un robot fue TrueLove, se trató de una reinterpretación de Ana Karenina, escrita al estilo del japonés Haruki Murakami, el autor se llama PC Writer 2008 y hay que decir que, como en el caso de Deep Blue, la intervención humana sigue siendo necesaria para obtener un resultado favorable. PC Writer 2008 requirió, por parte de un equipo de programadores y filólogos, una carga inicial de datos entre los que se encontraban vocabulario, apariencia y características físicas y psicológicas de los personajes, a partir de ahí el programa se encarga de ir construyendo el texto, una vez terminado hubo que recurrir de nuevo al ser humano para las correcciones, no hay rastro de los borradores para ver hasta dónde intervino el hombre.

Independientemente, desde hace un par de años en twitter, hay una convocatoria para que los programadores elaboren un código con el que se tenga la capacidad de escribir una novela de por lo menos 5 mil palabras, los resultados dejan todavía qué desear y gran parte de los participantes tienen más un espíritu lúdico que literario, aunque no hay duda que más de uno se lo toma en serio.

Llegar a una verdadera inteligencia artificial implica rebasar fronteras que parecen infranqueables, al menos de momento, como es el hecho de conseguir que una computadora sea capaz de entender y elaborar el pensamiento abstracto y pueda conseguir algo parecido a la creatividad humana. Quién sabe, quizá está cerca el momento en el que los androides hagan ficción y sueñen con ovejas eléctricas, fuera de las páginas de un libro.

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