La música es una combinación de tres elementos: el ritmo, la armonía y la melodía. El ritmo es la parte más “primitiva” en las composiciones musicales, nació cuando nuestros antepasados encontraron ciertos gozos en golpear repetidamente algunos elementos con los que disponían, como piedras o palos, quizá imitando también el ritmo de los latidos del corazón. Hoy hablamos de tempo, beats por minuto, compases, etc. La armonía, más sofisticada que el ritmo, es la cadencia con la que se va desarrollando una pieza; notas, acordes y de ahí tonos, semitonos, transiciones, conducciones, modulaciones y un largo etcétera de derivados. La melodía, el tercer gran eslabón de la composición musical, guarda en su esencia componentes culturales, tanto así que podemos hablar de estructuras melódicas distintas en oriente y en occidente; la melodía hace reconocible a una canción, implica la combinación de nuestras (occidentales) siete notas con sus escalas diatónicas (12 mayores, 12 menores) lo que aporta esos claroscuros en las composiciones, lo alegre o melancólico: las tonalidades, pues. Evidentemente esto nos ofrece una alta capacidad de hacer combinaciones, por supuesto, no todas igual de agradables. Quizá por eso, las denuncias de plagio entre artistas es una situación bastante común: Radiohead demandando, en 2018, a Lana del Rey por copiar la melodía de un fragmento del icónico “Creep” en su “Get free”; “Creep” canción que a su vez fue acusada de copiar los rasgos característicos en los estribillos de “The air that I breath”, de The Hollies… etc, etc.

Por eso, Noah Rubin y Damien Riehl, ambos músicos y programadores, crearon un algoritmo que fue capaz de generar todas las melodías posibles, unas 300 mil por segundo, y las incluyeron en un archivo en formato MIDI; el resultado fue una secuencia de números que se han registrado con una licencia Creative Commons Zero, es decir: libre, por lo que, en teoría, cualquier persona podría utilizar. El “truco” aquí, porque seguramente se podrá preguntar qué pasa con las melodías generadas por el algoritmo que ya fueron creadas con anterioridad, es que el registro lo que realmente contiene son números, matemáticas, y las matemáticas no tienen derechos de autor.

Evidentemente estos “asegunes” se pondrán a prueba en los tribunales llegado el momento ya que, si bien las matemáticas no tienen copyright, si lo tienen su “traducción” a la hora de volverlas melodías; quizá es como decir que el alfabeto no tiene derechos de autor, pero Cien años de soledad, esa combinación de letras y manera de estructurar y ordenar las palabras, sí que los tiene.

Pero, más allá de los asuntos legales, hay que enfocar la atención en este algoritmo y su capacidad de agotar las posibilidades de combinación melódica para crear este enorme archivo de más de mil 200 GB, También hay que decir que hay probabilidades de que los músicos se topen con alguna melodía original sobre la cual poder trabajar (al final el problema va a estar en las que ya están registradas). Este enorme archivo-canción puede ser consultado y descargado en la siguiente dirección: bit.ly/todaslasmelodias por si le interesa.

herles@escueladeescritoresdemexico.com

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