Hemos sido pesimistas en los últimos años con respecto de los niveles de lectura no sólo en México sino en el mundo; por supuesto, siempre que nos comparamos vemos que caemos (en las gráficas) más rápido y contundente que otras naciones, pero pocos son los países, en las últimas dos décadas, que han aumentado, significativamente, el consumo de literatura. El ebook, sobre todo en los países llamados del primer mundo, dio un buen impulso a la lectura, que si bien no es el mismo que en sus mejores días, ha habido por lo menos cierto estancamiento en los promedios y números generales de ventas, con subiditas espontáneas; por supuesto que no hay que olvidar que cada año hay nuevos potenciales lectores, por lo que si bien las estadísticas llegan a subir un poco, no es proporcional a aquella otra situación.

Nos hemos quejado de una generación (o dos: los millenials y la generación z) más desinteresada, en estos y otros temas, que las anteriores, y quizás no estamos siendo del todo justos. Lo cierto es que las nuevas generaciones están cambiando la industria editorial, no sólo en los formatos de consumo de libros, son cambios que involucran a todos los eslabones en la cadena de la industria, e incluso han inventado nuevos. Primero aparecieron los booktubers, jóvenes que daban sus impresiones, a través de canales de YouTube, de aquello que estaban leyendo. Se convirtió en un fenómeno y hoy son invitados a las grandes ferias literarias del mundo. A la par llegaron movimientos en Twitter, también promovidos sobre todo por las nuevas generaciones, que se aventuraron no sólo a hablar de libros, sino a producir algo parecido a lo que llamamos literatura. En Instagram nació el bookstagram para promover libros a partir de imágenes; instagramers y youtubers se han convertido en las nuevas agencias de publicidad de las editoriales y ahí es donde se invierte hoy. Que decir de ciertos premios literarios (usted sabe cuáles) que hoy miran el número de seguidores de un prospecto de autor publicable.

Hoy los ojos de la industria miran a TikTok, red social heredera de Vine famosas por difundir mensajes efímeros de no más de un minuto; ahí se están alojando los booktokers, que en mensajes de 15 segundos pueden posicionar un libro en los primeros lugares de ventas; ya pasó con el libro La Canción de Aquiles, del 2012, que después de un TikTok (y de estar en el olvido) hoy vende 10 mil copias semanales, nueve veces más que cuando se publicó.

Lo mismo pasó con Somos Mentirosos, de E. Lockhart (2014); la autora no se explicaba el por qué su libro se convirtió de pronto en uno de los más vendidos, un TikTok fue el causante. Un ejemplo más serio todavía: Random House Chindren´s Books ha anunciado una colaboración con un centenar de usuarios de la plataforma.

¿Será esta generación la que impulse de manera definitiva a la industria editorial y en consecuencia al número de lectores? Es la primera vez, en muchos años, que creo que es muy posible que suceda, y que, con todo lo bueno y malo del asunto, la balanza se incline hacia lo positivo.

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