En los albores de 2021, cuando el mundo del arte y la tecnología parecían estar colmados de promesas vertiginosas, Christie’s se alzó como protagonista: su venta histórica de Everydays: The First 5000 Days, de Beeple, por 69 millones de dólares marcó un punto de inflexión para los NFTs. Esa pieza no solo legitimó para muchos coleccionistas la idea del arte digital en formato tokenizado, sino que abrió la puerta para que casas de subasta tradicionales exploraran sin reservas ese nuevo territorio. Pero ahora, la veterana institución británica —con más de dos siglos y medio de historia— enfrenta una encrucijada: el experimento NFT requiere ajustes.

Recientes reportes confirman que Christie’s ha cerrado su departamento dedicado específicamente al arte digital y las ventas de NFT. La casa explicó que no abandona los NFT, sino que los reubicará: ahora entrarán por la puerta principal del apartado de arte de los siglos XX y XXI. No serán una categoría separada, sino parte del arte contemporáneo.

Esa decisión estratégica responde a señales claras: el mercado de NFT atraviesa un enfriamiento. Aunque el número de ventas ha subido —se reporta que los recuentos aumentaron cerca de un 78% en el último trimestre—, el volumen total cayó casi un 45%, ubicándose en USD $867 millones. El precio de piezas de colecciones “blue chip” como CryptoPunks, Bored Apes y Moonbirds se ha desplomado respecto a los picos previos. Todo esto justo cuando Ethereum, la cadena que alberga gran parte del mercado NFT, ha tenido un alza significativa.

Por un lado, la respuesta institucional de Christie’s parece pragmática, incluso inevitable: cuando una división no produce los retornos esperados, o si los costos (legales, operativos, de marketing, etc.) resultan difíciles de justificar, las grandes casas ajustan su estrategia. En un contexto global donde las ventas de arte tradicional también han caído, la contracción del mercado del arte se ha documentado ya para 2024 y más allá, mantener una sección separada cuyo valor está tan sujeto a volatilidad implica riesgos altos.

Por otro lado, el movimiento de Christie’s puede interpretarse no como un retroceso, sino como una señal de maduración. Al integrar los NFT dentro del catálogo contemporáneo, se reconfigura su estatus: dejan de ser “la novedad tecnológica” o “lo que está ahora de moda” y pasan a ser considerados parte del panorama artístico más amplio. Esa integración podría reforzar su credibilidad frente a críticos que cuestionan la legitimidad, estabilidad o valor permanente de los tokens digitales.

El cierre de un departamento específico no implica el cierre del capítulo digital. La tecnología sigue evolucionando: la inteligencia artificial, las cadenas de bloques, la propiedad digital, la comunidad online de creadores y coleccionistas siguen siendo terreno fértil. Pero lo que Christie’s muestra es que ya no basta con encender la chispa, sino que se

exige sostenibilidad, claridad en estándares de valoración, transparencia y modelos de negocio que resistan la volatilidad.

Quizá la lección más profunda sea que el arte digital ya no está pidiendo permiso para existir: lo está reclamando como parte del arte contemporáneo. Y si las instituciones más tradicionales comprenden eso, pueden estar mejor posicionadas no solamente para sobrevivir, sino para liderar nuevamente, pero esta vez con los pies en dos mundos: el del arte físico, histórico y reconocible, y el del arte digital, mutable, comunitario y en constante redefinición.

herles@escueladeescritoresdemexico.com

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