Unos días atrás, en esta columna hablamos de la salida del expresidente de Bolivia, Evo Morales, de nuestro país. En ella expresé que su partida era definitiva, y no como se intentó hacer creer, que obedecía a que el exmandatario recibiría atención médica en la hermana República de Cuba.

De acuerdo con la información que surgió, se decía que Evo Morales habría de regresar a México después de atender el supuesto problema médico. Nadie creía en la posibilidad de que Evo Morales abandonara nuestro país sin agradecer al gobierno y al pueblo de México la solidaridad que, de forma manifiesta, le expresaron.

Hoy sabemos que Evo Morales no sólo se fue de México, aceptó formalmente la hospitalidad que el gobierno de Argentina le ha brindado, por cierto, con algunas restricciones respecto a su movilidad política o proselitismo político (como debe ser la conducta de alguien que pide asilo político a una nación hermana).

Lo que sí causó sorpresa fue que el ministro de Relaciones Exteriores de aquel país, Felipe Solá, manifestara públicamente que el propio exmandatario boliviano había expresado que se sentía más cómodo en aquel espacio de Latinoamérica. Indiscreción que muestra al menos que la cortesía no se le da a Evo Morales.

Se especuló sobre la notoria coincidencia de la salida del expresidente boliviano que empató con la decisión que tomó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, respecto a postergar la declaratoria como grupos terroristas a los cárteles mexicanos; coincidencia, que abre a la especulación la posibilidad de que a eso obedeciera la salida del expresidente boliviano y la reacción que este asumió de descortesía o posible enojo.

Como quiera que sea, el gobierno del presidente López Obrador, simple y llanamente, mostró una vez más la solidaridad histórica que caracteriza a nuestro pueblo con aquellos que buscan el cobijo cuando son perseguidos políticos, víctimas de la dictadura o la represión por el simple hecho de expresar sus ideas.

La interpretación que se genere sobre este tema mucho dará a la especulación y mucha de esta posiblemente se aproxime a la realidad; sin embargo, el gobierno de México atendió el principio histórico que lo ha calificado como un pueblo solidario que enarbola y cree en la democracia y la libertad.

Esta motivación no puede ni debe dejar de reconocerse y, también, debe hacerse notar que el ex presidente boliviano tendrá que responder innegablemente como primera instancia al pueblo que pertenece.

Lo demás es lo de menos.


Diputado federal

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