Hoy despertamos con la mitad de nuestro mundo ausente. Hoy, uno de los engranes que permite nuestra movilidad social está en receso. La prestadora de servicios; la servidora pública; la legisladora; la gobernante, decidieron dedicar un día para que la conciencia social evidencie lo difícil que sería todo sin su presencia; como difícil es, para las madres padres, hijas, hijos y familias en general de todas aquellas mujeres que hoy están ausentes de forma definitiva. Esas mujeres que se convirtieron en una muy lamentable estadística, porque pierden la vida 10 al día a manos de hombres, producto de un odio aberrante e incomprensible.

Hoy, millones de mujeres estarán ausentes de forma temporal, solidarias con aquellas que están ausentes para siempre. La lucha por la igualdad de género busca piso parejo para ambos géneros, pero hoy tiene un ingrediente adicional: repudiar y aborrecer hasta el cansancio toda violencia machista que lamentablemente aún se encuentra presente en nuestra sociedad. La lucha por la igualdad de género es la lucha por la igualdad social, no solo es un derecho, se convierte en una obligación. Sabedores de que al momento en que se consolide lo que espera a la patria es un futuro mejor.

La igualdad entre el hombre y la mujer debe ser determinante, no solo para dignificar al sexo femenino; mejor aún, para darle el valor exacto y la justa dimensión de su aportación a nuestra cotidianidad. Entender esto es fundamental para combatir los crímenes de odio que lamentablemente cada vez son más frecuentes y violentos.

El abuso hacia las mujeres es una práctica que durante décadas se consideró una conducta normal en nuestra sociedad, incluso, se alentó desde nuestro origen formativo. Ese tiempo quedó como una página oscura en el desarrollo de nuestra sociedad. La capacidad y fortaleza que ha demostrado la mujer a lo largo de la historia es el principal aliciente para entender su importancia en nuestro mundo. Para entender que sin ellas nada es igual; para entender que con ellas a la par, la construcción de un país mejor está garantizada.

Debemos comprender que las mujeres son exactamente igual de inteligentes, fuertes y fundamentales en todos los espacios. Sin ellas, nada es igual. Ellas siguen siendo las mismas. Los ojos con los que la comunidad masculina las contempla deben cambiar, dejando a un lado los prejuicios nubladores de sentidos, generadores de ceguera, obstáculos para un mundo de igualdad.

Después de tanto tiempo de injusticia bajo el cobijo institucional, ha llegado el tiempo de reconocerlas y valorarlas por ser mujeres, por su aporte cotidiano, por esa virtud que les permite la dualidad, correspondiente a su género y que al ejercerla pareciera duplican el tiempo.

Y es que hoy despertamos en un mundo desolado, porque están ausentes en su aporte como columna vertebral de nuestra sociedad. Nuestro mundo estaría aún más desolado si decidieran estar ausentes como el pilar del primer círculo social: la familia. Por eso hoy más que nunca, tenemos que mirar a los huérfanos producto de los feminicidios perpetrados por el machismo, que los privó de ese pilar que además de educación, les proveía de un amor filial e incondicional. A esos pequeños que no les arrebataron la vida, y que, sin embargo, también son víctimas. A esas madres, padres, hijos, hijas y hermanos que han perdido a una mujer en sus vidas, producto de la violencia y el machismo, a ellos aún no les hace justicia nuestra sociedad.

Reconociendo la enseñanza que nos ofrecen miles de mujeres feministas por su capacidad intelectual, desempeño y destreza.

Gracias Frida.

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