“¡Espurio! ¡Presidente espurio!”, le gritó a Porfirio Muñoz Ledo un grupo de diputados de Acción Nacional. El motivo era claro, el actual presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados Federal buscaría continuar en ese cargo durante el segundo año de ejercicio de la LXIV Legislatura de la Cámara baja.

La votación se llevaría a cabo y la propuesta para la conformación de la Mesa Directiva de ese órgano legislativo se dio a conocer; este era el acuerdo de origen, la Mesa Directiva la habría de encabezar la segunda fuerza legislativa, es decir el grupo parlamentario de Acción Nacional. En ella se aglutinaban todas las fuerzas legislativas, sin embargo, Morena y los partidos que lo acompañan normalmente en el sentido de su votación, votaron en contra; por lo que no se alcanzó la mayoría calificada requerida para hacer válida la elección del mayor órgano legislativo.

Fue un momento difícil para el coordinador de los diputados de Morena, Mario Delgado, quien sostuvo su posición a favor de la propuesta original, ese fue el compromiso entre los coordinadores de los diferentes grupos parlamentarios al arranque de la legislatura. Buscar los equilibrios y garantizar la participación política de los diferentes partidos que convergen en ese espacio legislativo era la tónica a seguir. El acuerdo y la inclusión no solo garantizarían la participación equilibrada y justa, también se haría sentir el derecho que tienen las minorías de ser escuchadas y estar dignamente representadas a través de sus legisladores.

Los que aún confiamos en la palabra cuando esta se empeña, estamos convencidos de que, sin duda, la palabra es oro, la palabra vale, pero solo cuando ésta se cumple. Cualquier político que antepone el engaño como una forma de hacer política está condenado al desprestigio eterno.

El Diario de los Debates consigna y registra de manera oportuna todo lo que acontece en el órgano legislativo de San Lázaro. Algunos, se dice, han borrado parte de esa historia, sin embargo, la historia que más convence es la que se pasa de voz en voz, nadie puede escapar a ella, se narra de forma directa y al tiempo se impone cuando corresponde a la verdad. La verdad histórica al final siempre prevalece.

Muchos tenemos gran respeto por Porfirio Muñoz Ledo. Su vida ha estado dedicada al quehacer político, su experiencia es innegable, su prestigio, que lo ha dejado ver como un hombre combativo que defiende sus principios, le ha traído el reconocimiento de propios y extraños.

Ojalá y Porfirio no haya ofrecido su palabra en el compromiso de renovar la Mesa Directiva de la Cámara, para muchos sería una gran decepción saber que alguien, con tantos años acumulados y batallas sostenidas, anteponga el interés de su persona y de un grupo político, a garantizar el equilibrio y estabilidad política de ese espacio.

En ese espacio político no solo convergen las ideas de diputadas y diputados, estos pueden y deben emitir su opinión cuantas veces sea necesario en defensa de sus ideales; ideales que siempre deben estar por encima de sus intereses personales o temores, sabedores que al final del tiempo, la verdad siempre habrá de prevalecer.

Jamás debe olvidarse que cada representante popular es la voz del pueblo mismo; limitar la participación de estos es atentar contra el pueblo de México y su República.

Pronto veremos el cambio de reglas para el quehacer legislativo, reglas a modo, simple y llanamente para satisfacer el deseo que, sin duda, tendrá un espacio en la historia por el que será conocido.

Muchos mitos se construyen día a día alrededor de aquellos que viven de forma directa la política, pero al final, lo tangible y evidente de esos hechos es lo que permanecerá en los anales de la historia, aun cuando los políticos ya no estemos presentes para leerlo.

Diputado federal

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