Como consecuencia de la pandemia por el Covid-19, hoy vive México -al igual que el mundo entero- una catástrofe en su vida social y económica. Miles de pequeños, medianos y grandes negocios están siendo afectados gravemente por la recomendación que hizo la Organización Mundial de la Salud (OMS), de imponer la cuarentena necesaria que evite la proliferación del virus. Es muy probable que el efecto negativo pronto se agudice aún más en todos los niveles de la economía, movilidad social y en la función gubernamental. Nada que tenga que ver con ello quedará exento, como lo podemos constatar en un caso ejemplar.

Recientemente, se detuvo el proceso que llevaría a la selección de quienes habrán de ejercer el cargo de consejeras y consejeros del Instituto Nacional Electoral (INE). Una lista histórica por el número de aspirantes que originalmente se inscribieron: 392. La cifra del primer listado, es sinónimo de la crisis laboral que enfrenta nuestro país. Dicha lista se ha ido reduciendo en tres etapas y hoy, 30 mujeres y 30 hombres son quienes tienen posibilidades de ocupar tan relevantes encargos. Aún falta que pasen por una entrevista con los integrantes del Comité Técnico de Evaluación, para que una vez que el mismo delibere, realice una selección más de los finalistas a ocupar los cargos de consejeros.

Muchos nombres de quienes aparecen en esa lista, son reconocidos porque han dedicado su vida entera a una formación académica de excelencia, como para ejercer exitosamente en el sector público, las actividades relacionadas con la posición que hoy buscan; es decir, ejerciendo una conducta profesional a la hora de garantizar la democracia en nuestra patria. Algunos de los candidatos tienen por herencia el sentido del deber público, pues sus padres o madres también dedicaron su vida a ello. Estas mujeres y hombres no solo han logrado mantener un prestigio intachable, su conducta institucional está acreditada, y la acompaña un alto conocimiento profesional, y gran expertise en el tema electoral.

Habría que entender que, hoy más que nunca, México requiere fortalecer sus instituciones, dejando a un lado simpatías o fobias por el simple hecho o antecedente de que muchos de ellos han trabajado o tuvieron relación con anteriores administraciones. En esto consiste precisamente la vida institucional; el servicio civil y el servicio profesional de carrera, lo que buscan es la actuación de profesionales en diferentes ramas de la administración pública, que trasciendan en los cargos públicos como consecuencia de su empeño, conocimiento, dedicación y reconocimiento adquirido, no por la simpatía o amable relación que se construya con personajes dedicados a la vida política, que de forma circunstancial y transitoria, hoy les permite ocupar un cargo público de decisión.

Algo que es seguro en la política para aquellos que se entregan a su causa, es que todo alrededor de esta actividad es circunstancial, de momento y transitorio. Entonces debemos darle el valor curricular a aquellos mexicanos que entienden la institucionalidad, simple y llanamente como la lealtad que merecen las instituciones. La lealtad a las institucionales, es la forma más clara y exacta de acreditar la lealtad por México.

Hoy corroboraremos si efectivamente se impone el interés superior a través de la selección de las mejores mujeres y hombres dedicadas a la vida institucional, o se sucumbe al interés personal y de grupos políticos que hoy ocupan un espacio de poder.

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