En pleno proceso electoral, la sociedad mexicana se encuentra en mundos paralelos. Por un lado, el sector que está conformado por la clase menos pudiente, la más vulnerable, que lamentablemente en nuestro país es la gran mayoría; y, por el otro lado, el llamado círculo rojo, que da cabida a la clase política, a comunicadores y a una reducida esfera conformada por actores de los sectores más representativos de la sociedad civil.

Es hasta comprensible que el discurso y la actuación de los ahora candidatos a ocupar un cargo de elección popular se dividan en estos dos sectores, con el fin de buscar satisfacer la demanda tanto de uno, como de otro.

En este espacio advertimos que la denostación y la guerra sucia habrían de convertirse en el pan de cada día, y la lucha sería cada vez más cruenta entre todos los actores que buscan ganar la voluntad popular. Obtener el triunfo a los diferentes cargos de elección que se disputarán el próximo 6 de junio es lo primordial; incluso, para muchos, violentar la ley electoral es un riesgo que deciden correr, y la utilización de los recursos públicos con estos fines siempre está al alcance de los gobernantes en turno.

El uso de las redes sociales y medios informativos se acrecienta y las guerras sucias aparecen minuto a minuto, verdades a medias o fake news son lo de hoy. En este proceso se observa un incremento inusual, comparado con los más recientes vividos en nuestro país.

Pero ¿quién tiene acceso a esos mecanismos? ¿Quiénes son los que tienen capacidad para difundir y fabricar esquemas de denostación y calumnia hacia sus adversarios, o cuentan con los recursos necesarios para el manejo de las redes sociales o para cooptar la opinión de columnistas, cuyo fin sea lanzar misiles constantes a aquellos que son considerados enemigos? La respuesta es quien tiene capacidad económica, lo que es más grave aun cuando esa capacidad económica te la da el cargo público.

Sin embargo, estos ataques no necesariamente logran el efecto que buscan en el electorado. Ya lo hemos dicho, son mundos paralelos. Lo que sí se observa en este proceso electoral es la industrialización de las guerras sucias y las falsas noticias; normalmente estas son difundidas cuando se tiene la sensación de que se va perdiendo simpatía en el electorado.

El sector más importante de la población mexicana vive en condiciones de pobreza o pobreza extrema, y la accesibilidad a la información que se genera en redes es evidentemente limitada, lamentablemente sus necesidades a cubrir son primarias. Lo que sí es un hecho es que cada vez se hace más consistente el entendimiento de las personas respecto al poder de su voto, y muchos ya actúan con la conciencia de provocar el tan anhelado cambio.

Para ese sector de la población lo importante es encontrar a un candidato que les hable en el lenguaje al que están acostumbrados, que entienda sus necesidades a fuerza de compartir con ellos, no solo por su sensibilidad, también porque en algún momento de su vida las vivió de forma cercana y similar. El candidato que les ofrece la posibilidad de abandonar un régimen que, en muchos de los casos, se ha apostado por décadas. Aunque esto parezca extraordinario, incluso absurdo, efectivamente eso sigue pasando en nuestro país.

San Luis Potosí es uno de esos casos. En 90 años, el poder se ha concentrado en un reducido y privilegiado círculo que, además de contar con el poder gubernamental, hoy tiene a su alcance el poder económico; un reducido sector lleno de privilegios, si no es que de excesos, que parece hoy estar dispuesto a hacer lo que sea con tal de conservar su status quo.

A ese núcleo —al que, a su juicio, pareciera valer la pena denostar, calumniar y trasgredir la ley con el fin de mantener su coto de poder—, el 6 de junio los ciudadanos le harán evidente su poder, y será tan amplio el margen de triunfo que no permitirá imponer la marrullería y la operación del mapache electoral.

El 6 de junio la 4T empezará de forma efectiva en esta preciosa región de la república mexicana.

Diputado federal.

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