El día de ayer, México vivió un proceso democrático inédito, que hoy nos coloca a la vanguardia del proceso evolutivo de la democracia en el mundo. Lo que ayer sucedió no es solo un acto de participación ciudadana, no es solo un acto de civilidad; simple y llanamente, es un acto de libertad. Eso es lo que representa la democracia.

Muchos dirán que atrás de este proceso hay intereses de carácter político, incluso, aberrantes y mezquinos; sin embargo, la lucha política lamentablemente siempre lleva a eso, a denostar al adversario y a tratar de minarlo de la forma más efectiva en su credibilidad. Otros habremos de vitorear este proceso evolutivo, y lo adjudicamos a la lucha ideológica que la izquierda promueve.

Se podrá decir de todo y lo que sea en torno al proceso democrático que ayer vivimos; pero la realidad que envuelve a todos es que, innegablemente, ganó la libertad que se empalma con la democracia. Ganaron los ciudadanos. Ganó México.

El avance evidente y notorio de nuestro país, en este hoy reconocido proceso evolutivo, genera confrontación ante la diversidad en las propuestas político-electorales; sin embargo, la libertad se debe defender, enaltecer y, cuantas veces sea necesario, proponer en todas y cada una de sus expresiones. La lucha por el poder representa la posibilidad de proponer una creencia ideológica y habrá que reconocer que esta propuesta ideológica en pro de la libertad provino del propio Ejecutivo federal que, hoy, por voluntad, se colocó ante el escrutinio del pueblo.

El número de participantes para muchos parecerá elevado y para otros reducido; posiblemente no tenga ningún efecto de carácter legal, ante el porcentaje que se requiere para hacerlo vinculatorio; y esto es utilizado para la descalificación de los que piensan diferente a la izquierda e, incluso, la mofa y el escarnio serán la voz ante la falta de propuestas ideológicas en pro de la libertad, será como estamos acostumbrados a que sea; sin embargo y no obstante todo esto, la democracia estuvo de fiesta.

Como nunca, la confrontación, en extremo directa entre el órgano responsable de garantizar la democracia en nuestro país, que se adjudica al Instituto Nacional Electoral (INE), y fuerzas políticas y algunos actores políticos que emanan o son cercanos a la izquierda mexicana, se observó con mayor encono, hasta en eso se sentó un precedente; pues bien, esto también es evolutivo, y a nadie debe sorprender que este tipo de confrontaciones haya llegado para quedarse.

¿O alguien verdaderamente cree que los consejeros electorales no tienen su “corazoncito”, que no guardan simpatía por uno u otro actor, o que al final no tienen motivaciones ideológicas? Pues sería muy preocupante que así no fuera, pero más preocupante aún que alguien así lo creyera.

Por primera vez en la historia moderna y democrática de México, el actual gobierno es encabezado por un presidente que emana de la lucha ideológica de la izquierda, la que siempre se ha enfrentado a la adversidad, la que siempre actúa en rebeldía y su umbral libertario es más alto que cualquiera. La libertad obliga al debate. La confrontación de las ideas, la pasión que muchos aplican al ejercicio del derecho que nos da la libertad no debe ni intimidar ni sorprender a nadie, esta conducta es natural, simple y llanamente es humana.

Comisionado Nacional del Partido del Trabajo en San Luis Potosí.

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