Las muy válidas protestas que han realizado mujeres organizadas para frenar la violencia de género que, lamentablemente, alcanzó cifras alarmantes en nuestro país, no sólo deben reconocerse, no es exclusivo de la mujer; cualquier hombre que respete la dignidad humana debe sumarse y apoyar esta demanda que se ha visto acrecentada en esta última década, lo que ya le concede el estatus de histórica.

También es lamentable que la violencia se registre en cualquier manifestación, sobre todo cuando se presenta a la hora de exponer las ideas, atendiendo uno de los derechos fundamentales más preciados como la libertad de expresión. La violencia mancha cualquier movilización o manifestación que cuente con causas nobles, y amenaza sus objetivos.

Lo ocurrido el viernes en esta capital es lamentable; sin embargo, lo que es importante reconocer es la actuación de la Dra. Claudia Sheinbaum, quien ha dado muestras de autenticidad y temple, con lo que ha evitado aparecer ante la opinión pública como indolente o represora. Se requiere de mayor determinación, precisamente, para evitar el uso de la fuerza.

Y se reconoce, porque si de por sí usando la fuerza pública es difícil el control de masas, lo es más cuando los únicos instrumentos son el diálogo y el acuerdo para alcanzar objetivos. Así lo ha dicho la jefa del Ejecutivo local y no solo por su calidad de mujer, ideológicamente coincide con millones de mujeres que, ante el hartazgo de la ya histórica violencia de género, ven una oportunidad de acabar con esta.

Es importante destacar que con esta actuación la jefa de Gobierno impidió detenciones arbitrarias y, sobre todo, que la confrontación acrecentara la violencia; lo cual, sin duda, habría cobrado una alta factura, porque ante la confusión y el caos, muchas personas que pacíficamente asistieron a esa manifestación podrían haber resultado lastimadas. Además, evitó el letargo de un conflicto que, efectivamente, se resuelve implementando el diálogo y la concertación.

Muchas de las pintas y los daños causados al equipamiento urbano, de acuerdo con las imágenes que circulan en diferentes medios de comunicación, son atribuibles a un pequeño grupo dentro de los manifestantes, la gran mayoría vestidos de negro y embozados, con características similares a los que por primera vez aparecieron aquel 1 de diciembre del 2012, en la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. Ese día la violencia tuvo niveles inusitados y concluyó con cientos de detenciones, muchas de ellas, posiblemente, no justificadas.

Para entender a los diferentes grupos de los ya conocidos anarquistas, habría que comprender que su origen tiene una motivación ideológica; el anarquismo en México es una realidad y ha estado presente en nuestra sociedad, de forma clara, desde el pasado siglo.

Esta filosofía política, simple y llanamente propone una sociedad de libertades, en donde no se reconoce a la autoridad o al poder público. Una de las más antiguas y reconocida es la Federación Anarquista Tierra y Libertad y otras tantas como son Bloque Negro y Anarko Sur, en donde se agrupan cientos o tal vez miles, que en su mayoría son personas jóvenes, movidas por esta forma de pensar.

Cuando menos, el Bloque Negro confirmó, con su voz, su presencia en esa marcha y habría que recordar que los grupos anarquistas estuvieron presentes en prácticamente todas las movilizaciones sociales del pasado sexenio, las más representativas las del 2 de octubre. En fin, las llamadas tribus urbanas, hoy, son un mosaico ideológico que obliga a las autoridades a conocerlas a fondo, y entender su posición ideológica.

Respecto al torvo sujeto que agredió a nuestro compañero Juan Manuel Jiménez de ADN 40, simple y llanamente se le debe reconocer y calificar como lo que es, un vil delincuente, que por sus actos delincuenciales debe ser castigado, y no solo quedarse con el repudio y la descalificación colectiva.

La ideología no puede verse afectada de ninguna forma por la cerrazón y, mucho menos, por la violencia.

Diputado federal

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