Un jardinero de confianza fue la pieza clave que llevó a la detención del exdirigente del PRI y antiguo líder de pepenadores, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, ocurrida el miércoles pasado en un domicilio de Tlalpan.

En 2014, una investigación realizada por el equipo de Carmen Aristegui reveló que en las oficinas del entonces PRI-DF, ubicadas en la calle de Puente de Alvarado, operaba una red de prostitución integrada por mujeres de entre 18 y 32 años, las cuales eran reclutadas a través de anuncios que ofrecían empleo en “una oficina gubernamental”.

Según la investigación, se trataba en realidad del harem personal del líder priista, representante del partido de Enrique Peña Nieto en la Ciudad de México. Las víctimas, contratadas como edecanes o asistentes, con sueldo de hasta 14 mil pesos mensuales, eran seleccionadas por el propio Gutiérrez de la Torre. Se les obligaba a vestir de forma insinuante y cumplir las fantasías sexuales del líder político.

Gutiérrez de la Torre cargó siempre sobre las espaldas el fantasma de su padre, zar de la basura durante 20 años, asesinado por órdenes de su esposa tras 11 años de abusos y vejaciones. En 1987 la mujer ofreció seis millones a un trabajador para que entrara de noche a la residencia donde ambos vivían con sus hijos, y lo acribillara. Declaró más tarde que el padre de Cuauhtémoc Gutiérrez había maltratado y violado a una larga estela de mujeres (“violaba a quien se le pusiera enfrente”, dijo). El líder asesinado tenía 56 hijos “y quería llegar a 180”.

Gutiérrez construyó su carrera política sobre las ruinas del imperio que su padre había dejado. Así llegó a la presidencia del PRI.

En 2014, Gutiérrez de la Torre sostuvo que la historia presentada por Aristegui era inventada y anunció que emprendería acciones legales. A pesar de los testimonios obtenidos, el caso quedó sepultado. La titular de la fiscalía de justicia de la CDMX, Ernestina Godoy, afirmó después que la investigación contra el exdirigente fue “deficiente, omisa y lejana del deber de procurar justicia”.

La investigación se reactivó en noviembre de 2020. La Policía de Investigación, PDI, monitoreaba la residencia del priista, ubicada en Periférico Sur. Agentes encargados del caso reportaron la visita de sexoservidoras, “casi cada día”. En marzo del año pasado se giró finalmente una orden de aprehensión: cuando se llevó a cabo el cateo, sin embargo, Gutiérrez de la Torre no estaba ya en el domicilio: había burlado el cerco.

Solo quedaba una colección de animales disecados –jaguares, avestruces, leones– y algunas botellas de licores finos.

Según personal cercano a la investigación, era evidente que había ocurrido una fuga de información. El priista fue advertido de que la orden acababa de ser girada.

Comenzó la cacería. Gutiérrez de la Torre estuvo refugiado algunos meses en la casa de unos familiares que viven en Apatzingán, Michoacán. Supuso que, al hallarse dicho municipio bajo el control del crimen organizado, las autoridades no podrían entrar por él (pero esto se supo después).

Al comenzar los trabajos de vigilancia alrededor de su círculo más cercano, fueron advertidos los movimientos de un jardinero que llevaba varios años trabajando al lado de Gutiérrez.

El trabajador se reunió en un restaurante de Tlalpan con un abogado. Más tarde compró grandes cantidades de comida y la llevó a algún lugar de Jiutepec, Morelos. Los agentes lo bautizaron como “el mandadero”. A partir de entonces no se despegaron de él.

Lo vieron moverse por Veracruz y el Estado de México, pero no hallaron indicios del hombre que buscaban.

De pronto, “el mandadero” dejó de viajar. Simultáneamente, se instalaron cámaras de vigilancia en la casa de Tlalpan donde habita la madre de Cuauhtémoc Gutiérrez.

Un grupo de élite de la PDI estableció una cobertura permanente alrededor del domicilio. Los agentes dicen que volvieron a ver la entrada y salida de mujeres jóvenes, y que no tuvieron ya ninguna duda: Gutiérrez de la Torre se encontraba ahí.

Se pidió una nueva orden de cateo. El miércoles pasado, la familia advirtió a través de las cámaras que la casa estaba rodeada. Un hermano del prófugo salió a decirle a los policías de investigación: “Tranquilos. Mi hermano está listo para entregarse”.

Cuauhtémoc Gutiérrez, con una sudadera de color morado con la figura de Batman, salió a su encuentro apático, alicaído, encorvado.

Fue trasladado al Reclusorio Oriente, acusado de tentativa de trata de personas en su modalidad de explotación sexual agravada, trata de personas en su modalidad de publicidad engañosa, así como asociación delictuosa.

Podría pasar los siguientes 50 años en prisión.