Atacaba de noche, generalmente los viernes o los sábados. Rondaba la estación del Metro Constitución de 1917. Hacía base en sitios irregulares, aprovechando las horas en que mujeres solas, sin ánimo de hacer fila, buscaban con ansiedad un taxi que las llevara a su domicilio.

En diciembre de 2018, el nuevo gobierno capitalino recibió testimonios de mujeres que denunciaban haber sido violadas en unidades de transporte público. Los casos ocurrían, invariablemente, a lo largo de la calzada Ermita-Iztapalapa.

La procuraduría capitalina agrupó, al cabo, diez carpetas de investigación. Se comenzó a hablar de un violador serial, aunque no todos los casos revelaban la misma manera de atacar.

Una de las víctimas indicó que poco después de abordar la unidad, el respaldo del asiento trasero cayó y emergió un hombre que la sometió y acostó en el piso del auto.

La víctima fue despojada de sus pertenencias: teléfono, tarjetas, cartera. El chofer del taxi se detuvo en un cajero de Banamex. Los asaltantes se repartieron las ganancias y luego el conductor solicitó: “A ella, déjamela a mí”.

Se hallaron otros casos en los que el chofer amagó a la pasajera con un arma y luego entró con ella a un motel de la avenida Ermita. Según las autoridades del gobierno de la ciudad, el hombre retuvo a una de sus víctimas cerca de tres horas.

La mujer fue golpeada y violada. Describió a su agresor como un hombre de 40 a 42 años, con barba, y entradas en la frente. Alguien recordó que el hombre aquel fumaba “piedra”, “se drogaba todo el tiempo”.

Pero con otras mujeres las cosas ocurrieron de manera distinta. Una de ellas relató que dos individuos abordaron el taxi en que viajaba. Uno se sentó en el asiento del copiloto; el otro, a su lado. Después de arrebatarle sus pertenencias, este último la tocó, y luego la obligó a tener sexo oral. La joven fue abandonada, con los pantalones abajo, en las inmediaciones de San Miguel Teotongo.

Testimonios recabados entre diciembre de 2018 y agosto pasado, hablan de taxis “con cromática rosa y blanco”. Algunos señalan que es un March el vehículo del agresor. Otros, en cambio, hablan de un Mirage o un Tiida.

Una de las víctimas logró entrever un número de placas. El vehículo al que correspondían se hallaba, sorprendentemente, en poder de las autoridades. Pertenecía a un taxista que había sido aprehendido el 21 de agosto pasado.

Esa tarde, una patrulla recibió el reporte de un asalto: dos sujetos estaban atracando una tienda Neto. Al llegar al lugar, los agentes vieron huir a los sospechosos a bordo de un taxi: precisamente un Mirage. Les dieron alcance en calles del pueblo de Santa Cruz. Entre otras cosas, los asaltantes traían encima la réplica de un arma de fuego: la misma con que habían amedrentado a la cajera.

El conductor del taxi era Miguel Ángel “N”, de 38 años. En la procuraduría afirman que Miguel Ángel quedó en libertad porque los asaltantes dijeron que no lo conocían “y que solo le habían hecho la parada para poder huir”. El taxi, sin embargo, fue retenido en tanto se llevaban a cabo ciertos trámites. Cuando el chofer se presentó para gestionar su liberación, una agente logró tomarle varias fotos.

Las autoridades sostienen que Miguel Ángel fue identificado plenamente por algunas de las víctimas. Sostienen también que mientras su taxi estaba retenido, él trabajó en un Tiida que alguien le había prestado. Lo detuvieron el 13 de septiembre, a unas calles del hotel señalado. Los cargos que enfrenta son por secuestro exprés con fines sexuales, violación y robo agravado calificado.

Los datos contenidos en diez carpetas de investigación señalan la existencia, sin embargo, de otros agresores: supuestos taxistas que recorren Ermita-Iztapalapa, esperando su momento.

Y esos siguen ahí.

Las cifras indican, mientras tanto, que en ocho meses de 2019 la inseguridad en transporte público individual aumentó 126% en relación con el mismo periodo de 2018.

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