Es como una crónica de otro mundo. Mientras vehículos procedentes de todos los rincones de la República, con banderas ondeantes de Morena, se trasladaban a la Ciudad de México para acudir a la concentración multitudinaria a la que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, había convocado para celebrar los primeros tres años de su triunfo electoral, dos autos explotaban en Tula, Hidalgo.

Al mismo tiempo, un grupo armado reventaba con un Torton dos puertas del Centro de Readaptación Social y sometía a los custodios.

El objetivo era rescatar a Artemio Maldonado Mejía, líder de una célula de secuestradores y huachicoleros, que se autonombra Cártel de los Pueblos Unidos, ligada a la Familia Michoacana.

Mientras la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana celebraba en redes sociales “tres años de transformación” y “un gobierno que nos representa”, y se aprestaba a tuitear las imágenes de una Plaza de la Constitución llena hasta los bordes, en esa acción relámpago escapaban rumbo al estado de Michoacán nueve reclusos del Cereso de Tula.

Algunos de ellos acababan de ser detenidos en los últimos días de la semana pasada.

Según las fichas dadas a conocer por las autoridades, se trataba de Jobani Morales, Ramón Farfán Sánchez, Jaime Eusebio Medina, Abel Millán Gaspar, Fernando Cerón Gómez, Yair Alejandro Martínez, José Antonio Maldonado Mejía y Mariano Maldonado Mejía.

El grupo criminal, que los reportes federales sitúan bajo la protección de elementos de seguridad estatales, “que les dan protección y paso libre”, tiene su centro principal de operaciones en Tepetitlán, y su bastión en la comunidad de La Loma.

Sus operaciones, sin embargo, han sido detectadas a lo largo de 1,217 kilómetros de ductos de Pemex.

Artemio Maldonado es conocido como El Michoacano. Su hermano, Mariano Maldonado, El Jabalí, fue detenido por secuestro en 2016.

La familia Maldonado Mejía está relacionada con un largo historial de secuestros y homicidios. Las autoridades los relacionan con el secuestro de cuatro personas en una clínica de Tula, ocurrido apenas el 12 de agosto de 2021.

Notas periodísticas señalan que otro miembro del clan, Lucio Maldonado Mejía, aprehendido en 2012, fue liberado por un comando armado mientras lo conducían a que se realizara “exámenes médicos”: el grupo armado interceptó el vehículo en que lo llevaban, y lo liberó.

Una fuente de seguridad federal indica que en aquella ocasión los cómplices de Lucio Maldonado ingresaron en un bar de Tula, disfrazados de Policías Federales, y ejecutaron a varias personas con el objetivo de distraer la atención de las autoridades y facilitar la liberación del reo.

Se cree que el incendio de los autos sucedido ayer en Tula tenía el mismo objetivo que ya había dado buenos resultados a los miembros del grupo criminal: distraer a las autoridades en tanto se efectuaba el rescate.
Las autoridades ya estaban distraídas, sin embargo, llamando a la concentración en la que iban a celebrarse los primeros tres años del triunfo del presidente López Obrador.

Hace cuatro meses, los hermanos Maldonado y su grupo criminal anunciaron, a través de un video en el que aparecían varios hombres armados, y vestidos con uniformes tipo militar, una cacería de huachicoleros en el estado de Hidalgo.
De acuerdo con ese video, personal ministerial del estado de Hidalgo le cobraba a la célula de otro líder criminal, Carlos Bárcenas, un peso por cada litro de huachicol ordeñado a los ductos de Pemex.

Nada aguó la fiesta en el Zócalo. Pero fuera de ese cuadrángulo el crimen organizado se desborda.

En México, un grupo armado construye refinerías y aeropuertos, mientras otros grupos armados avanzan territorialmente, apoderándose día a día de regiones enteras del país.

Pero eso sí, el Zócalo se desborda.