En 740 conferencias “ mañaneras ” rendidas entre el 1º de diciembre de 2018 y el 30 de noviembre de 2021, el presidente hizo 55 mil 042 mil afirmaciones no verdaderas: un promedio de 74 por cada conferencia.

Si a este tipo de afirmaciones se suman las que son abiertamente falsas o engañosas, la cifra crece a un total de 67 mil: un promedio de 90 mentiras diarias.

Estos números le bastan al mandatario mexicano para superar ampliamente a , quien en cuatro años de gobierno lanzó a los cuatro vientos 30,573 afirmaciones de este tipo.

En 2018 el presidente comenzó hablando un promedio de 70 minutos en cada mañanera. En 2021 la duración de estos ejercicios, que él llama de “diálogo circular”, suelen prolongarse durante 114 minutos.

Sin embargo, el presidente responde hoy menos preguntas que en años anteriores, y en cambio habla más tiempo.

Le ha dedicado, por ejemplo, hasta 45 minutos a una sola de las preguntas lanzadas por los reporteros.

Luis Estrada

, director de SPIN-Taller de Comunicación Política ha convertido las “mañaneras” en números: en un irrefutable caudal de datos que las revelan como lo que verdaderamente son: un ejercicio de propaganda y de simulación.

Grijalbo acaba de publicar un libro de Estrada, cuyo título lo dice todo: “El imperio de los otros datos. Tres años de falsedades y engaños desde Palacio”.

El estudio, efectuado a partir de la revisión, minuto a minuto, de las “mañaneras” analiza la duración de estas, las palabras más frecuentes empleadas por el presidente, el rol que juegan quienes participan, las referencias que AMLO hace de otras personas, y la cantidad de afirmaciones falsas, engañosas o no comprobables que cada mañana ha lanzado el mandatario.

Una orgía de palabras en el que lo que un día es cierto al otro se vuelve falso, en el que se presentan como verdades absolutas cosas que son imposibles de probar, y en la que, frente a toda evidencia, el principal vocero de su gobierno sostiene como último recurso que tiene otros datos.

El libro es demoledor en muchos sentidos. Desnuda las estrategias del presidente para evadir preguntas incómodas: repetir anécdotas históricas, hacer chistes, lanzar ataques contra enemigos reales o imaginarios. Revela el número de veces que los “paleros” que ocupan las dos primeras filas lanzan preguntas irrelevantes o excéntricas, a fin de reducir el tiempo para que haya preguntas críticas.

A partir del número de veces que los secretarios de Estado han participado en las “mañaneras”, muestra los temas que interesan y obsesionan al mandatario. En el periodo estudiado (2018-2021) el secretario de la Defensa participó en las conferencias 147 veces. La , en cambio, solo ha tomado la palabra seis.

En estas cifras está también la indiferencia que “el presidente más feminista de la historia” muestra ante sus secretarias, que solo han asistido el 25% de las ocasiones —frente al 75% en que el protagonismo ha girado alrededor de los secretarios.

Ni la titular de Bienestar, ni la de Cultura, ni la de Economía, ni la Energía, ni la de la Función Pública, ni la de Medio Ambiente, ni la del Trabajo (y en tiempos de Olga Sánchez Cordero , ni siquiera la de Gobernación) suelen ser requeridas para abordar los grandes temas nacionales.

Aún más, según las cifras, en más de dos años de conferencias, por ejemplo, el presidente no mencionó nunca “violencia de género” y solo una vez pronunció la palabra “aborto”.

López Obrador ha dicho “pueblo” 7,160 veces. Corrupción, 5,078. Conservador (y sus derivados), 2,158. Neoliberal, 1,909.

Una vez dijo que él era “Juárez gobernando”.

El dato importa porque las referencias al pasado, además de colocarlo imaginariamente en el mismo nivel de las grandes epopeyas de la historia, le permiten justificar los errores y las omisiones de su administración. Habló de Juárez 482 veces. De Madero 455. De Cárdenas, 222.

Dijo “imagínense” 1,656 veces: siempre para desviar preguntas difíciles, y siempre para minimizar, dice Estrada, las crisis actuales y destacar los errores de administraciones pasadas.

A medida que la violencia se fue adueñando del país, el presidente dejó de hablar, entre otras cosas, de la Guardia Nacional. En 2019 la había mencionado 470 veces. En 2021 lo hizo solo 300. Por otra parte, minimizó también la crisis de seguridad y aumentó sus mensajes triunfalistas.

El libro hace un recuento de su falta de empatía con las víctimas (un año para recibir a la familia LeBarón ) y de las veces que la ha justificado diciéndose “tranquilo con su conciencia”.

El resumen es también demoledor: si hubiera logros que mostrar, las conferencias no girarían en torno del pasado, ni de los grandes enemigos del presidente. Resulta significativo que las preguntas de los reporteros, en relación con 2019, se hayan reducido a la mitad.

Resultados ilusorios, cifras que contrastan con las oficiales o con sus propias afirmaciones, datos de organismos internacionales tomados con desprecio… tres años de falsedades y engaños.