“Ahorita me tocó un caso, viejo —dijo Servando Gómez, La Tuta, líder de La Familia Michoacana.

—¿Qué hay viejo? —le contestó un hombre no identificado.

—Pues yo pienso que son puros, pues han de ser puros… de la “cinco letras” (la SEIDO) o de esos, de esos que están en las camionetas… me aventé doce güeyes.

—Pues sí.

—Viejo, pues ni pedo.

—Todos, ¿sabes qué? No pelearon, no pelearon los culeros. Nomás tumbé al primero y se culearon todos. Nada más que, nada más que los mandé para otro lado. Nadie sabe nada, viejo, pero no le avisé, avísale al señor ( Nazario Moreno, El Chayo ) y todo.

—Ajá, sí, ya está”.

Es la madrugada del 13 de julio de 2009. La hora: 02:05.

Días antes, 12 policías federales (11 hombres y una mujer) que dependían jerárquicamente del jefe de la División Antidrogas, Ramón Pequeño , habían llegado a Arteaga, Michoacán, siguiendo el rastro de La Tuta. La División de Inteligencia había detectado que en ese lugar vivía la madre del capo: haciéndose pasar por estudiantes de la Normal de Arteaga, los jóvenes agentes lograron rentar una casa contigua.

La cobertura parecía adecuada: Arteaga es un lugar lleno de jóvenes estudiantes que proceden de todos los puntos del país. La información sobre La Tuta comenzó a fluir.

Sin embargo, fueron descubiertos. La madre del capo, dice una versión, vio entrar a uno de los agentes con un arma. Se lo comunicó a su hijo.

Esa noche, patrullas de la policía municipal golpearon la puerta de la casa. Los agentes sabían qué significaba aquello y se lo reportaron por teléfono a sus superiores. En los distintos relatos de lo que ocurrió hay confusión. Uno dice que La Tuta asesinó a bocajarro al agente que abrió la puerta. Otro, que acompañado por un lugarteniente conocido como El Cholo , el capo entró desde la casa contigua con ayuda de una escalera, y abatió al primer elemento que halló a su paso.

Con ayuda de los municipales, los sicarios que acompañaban a La Tuta sometieron a los federales.

En Michoacán, ninguno de los destacamentos de la Policía Federal sabía de la presencia de los agentes. Cuando se recibió su llamada, y cuando la intervención telefónica hecha a La Tuta reveló que los elementos se hallaban ya en manos de La Familia Michoacana, los altos mandos de la Policía Federal fueron informados. Un convoy que iba hacia Pátzcuaro fue desviado a Arteaga: se dijo que helicópteros de la Federal partieron hacia allá. Sin embargo, hay otra versión que afirma que los federales fueron abandonados. En uno de los reportes se afirma que hubo contacto entre uno de sus jefes y la única agente que formaba parte del grupo. Alguien habría hablado con los sicarios para pedirles que no le hicieran daño a los federales. Pero, según ese reporte, los de la Familia cortaron la comunicación y no volvieron a responder.

Dijo La Tuta aquella madrugada:

“Mira, según uno, es el comandante Erik. Ese es hermano de Mauro, uno que está en la AFI. Investígamelo de volada y dime qué pedo… Están hablando que por favor su atención que son gente de los de nosotros, es de la misma gente que están con nosotros en Apatzingán. ¡La verga!

—Ok. Ya está, oiga.

—Ya está, viejo. Investígame y de volada quiero saber, ¿sale? (…) Y el que está hablando es un mentado, uno de Apatzingán, comandante Mauro (…) Es el que está en Apatzingán pidiendo la atención.

—Ok. Ya está.

—Órale pues.

—Sale”.

La “atención” que le estaban pidiendo a La Tuta no surtió efecto. A la mañana siguiente (entre las cinco y las seis) toda la policía municipal de Arteaga fue aprehendida. Quienes habían acompañado a La Tuta confesaron que los federales fueron entregados a la gente del Chayo en Tumbiscatío. Al día siguiente los cuerpos aparecieron apilados en la Autopista Siglo XXI. Estaban semidesnudos y con signos brutales de tortura. “Los estamos esperando”, decía un letrero que La Familia Michoacana dejó a un lado de los cuerpos.

El grupo criminal subió a YouTube un video de seis minutos, con la pavorosa tortura que sufrieron los agentes. En la imagen última, a través de una cartulina, se mandaba un mensaje al comandante mencionado: “Saludos Mauro”.

Consta que en una ceremonia cargada de emociones, la PF juró a la familia de los caídos que no iba a parar hasta hacer justicia y detener a los involucrados. Así fue: de hecho, al ser detenido por compañeros de los 12 agentes de Arteaga, La Tuta creyó que no iban a detenerlo, sino a asesinarlo, “por lo que les hice”.

El audio que aquí comparto echa luz sobre una parte de lo que pasó esa noche.

Escucha aquí el audio:

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