La periodista se despidió el pasado viernes de Azucena a las 10, el noticiero estelar de Milenio Televisión. En su despedida aludió a “las circunstancias actuales” y a “momentos de definiciones”, lo que desató un torrente de especulaciones sobre posible censura, y obligó a plumas y voces afines al régimen obradorista a difundir que esas “circunstancias actuales” y esos “momentos de definiciones” obedecían, en realidad, a un acuerdo mutuo entre la periodista y la empresa, a consecuencia del inicio de un proyecto periodístico que Uresti emprenderá en febrero en Radio Fórmula.

Sin embargo, ese proyecto no se había cuadrado aún cuando la crisis entre la periodista y Milenio se desató.

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El lunes 8 de enero el presidente criticó la cobertura que Uresti había dado a un ataque con drones, ocurrido en el municipio de Heliodoro Castillo, en el estado de Guerrero, el cual fue denunciado por el padre Filiberto Velázquez, del Centro de Derechos Humanos Minerva Bello: un ataque que, según dijo entonces el sacerdote, habría dejado al menos 30 muertos.

En esa “mañanera”, en la que también fueron atacados Ciro Gómez Leyva, Joaquín López Dóriga, Carlos Loret de Mola, y los dueños de Radio Fórmula, el presidente se refirió a Azucena como Susana Uréstegui.

El mismo día, la periodista lanzó esta respuesta:

“El presidente se empeña en hacer como que no conoce mi nombre, en fingir que no sabe cómo me llamo, y de esa manera también discriminar, porque el presidente es misógino, porque el presidente es un agresor constante de las mujeres, ha sido un agresor constante de mi persona. A mí no me asusta que el presidente me nombre en sus ‘mañaneras’ porque, yo, si me equivoco, sí puedo aceptarlo, no como sucede en Palacio Nacional”.

Agregó Uresti:

“Esto me da pie a decir que el presidente es misógino, es discriminador, es un agresor contra las mujeres periodistas… porque finge cada vez que me menciona, una, dos, tres, diez, quince, veinte, veinticinco, treinta veces que no conoce mi nombre. Si no conoce mi nombre, señor presidente, y no le parece importante, no me mencione”.

Fue la gota que derramó el vaso en una larga historia de presiones. El teléfono de la periodista comenzó a sonar en cuanto terminó la transmisión.

En un texto subido ayer a X, Gibrán Ramírez Reyes, colaborador durante un tiempo en el espacio televisivo de Uresti, señaló que “En el noticiero de Azucena la presión por un control editorial oficialista era constante y tensaba el ambiente”.

“Eso yo lo vi —escribió Ramírez Reyes—. Puede negarse lo que quieran, pero cuando se haga la historia de este periodo y el perfil de las personas apartadas de las pantallas, el patrón va a ser muy claro”.

En el equipo de Uresti la historia no es la del “acuerdo mutuo” que las voces del oficialismo se han esmerado en difundir. El 8 de enero la periodista no había recibido aún la propuesta de extender su horario en Radio Fórmula a través de un nuevo espacio informativo.

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El 8 de enero Uresti fue puesta a elegir. Como había ofendido al presidente, o dejaba Radio Fórmula, donde no podía ser controlada y con frecuencia emitía comentarios que lo hacían rabiar, o se acababa el noticiero de las 10 de la noche en Milenio, la casa donde Uresti había trabajado durante los últimos 20 años.

Esas fueron “las circunstancias actuales”.

Esos fueron los “momentos de definiciones”.

Se ha querido hacer creer que Azucena dejó Milenio para irse a Radio Fórmula. El detalle es que ella ya estaba en Radio Fórmula desde hacía cinco años y que la conducción de un programa matutino (el que acababan de ofrecerle) no interfería en lo más mínimo con la conducción de su noticiero nocturno.

Hoy, el presidente que ha amenazado públicamente a los dueños de los medios, el presidente que ha cometido delitos exhibiendo datos personales de el presidente que lleva todo el sexenio atacando a este y otros periodistas, el presidente que lleva un lustro soltándole diariamente a los comunicadores las rabiosas jaurías que tiene a su disposición (“si ustedes se pasan, pues ya saben lo que sucede”, amenazó en abril de 2019, durante una “mañanera”), se hace el inocente tras la salida de Azucena: “que diga, que explique, yo no me atrevería, no somos iguales…”

Todos y cada uno de los ataques con que este presidente ha intentado minar la libertad de expresión han quedado grabados: para nadie, salvo para los que se niegan a verlo, es un secreto que López Obrador no tolera la crítica y solo admite a la prensa que lo adula.

Apenas la semana pasada, repito, vimos la manera en que agredió a Carlos Loret, cuando este periodista dio a conocer los negocios y el tráfico de influencias en que están involucrados sus hijos.

Lo ocurrido con Uresti estará anotado en esa cuenta, y quedará en la historia del sexenio.

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