En los últimos treinta años en nuestro país se han llevado a cabo al menos 20 explosiones de carros bomba; vistos en conjunto, son hechos aislados sin un patrón que los articule, aún menos con tintes políticos o ideológicos. Los carros bomba de la época de Pablo Escobar en Colombia son otra cosa. Solamente en cuatro meses, entre septiembre y diciembre de 1989, Escobar ordenó la colocación de más de 100 bombas y carros bomba, lo mismo en instalaciones estratégicas del Estado que en supermercados, colegios, instituciones bancarias, plazas de toros, hoteles, centros comerciales y oficinas de los más importantes periódicos; además de hacer explotar el vuelo HK1803 de Avianca, con 111 pasajeros a bordo. Se calcula que el número de bombas y carros bomba que explotaron, en solo cuatro años, entre 1989 y 1993 fueron más de doscientas.

No hay comparación entre el terror ocasionado a la población civil por el Cártel de Medellín, cuyos actos han sido justamente calificados como narcoterrorismo y el carro bomba en Coahuayana, un acto injustificado de extrema violencia, pero lejos de ser un atentado narcoterrorista contra la población, tomando en cuenta el contenido que al concepto se le debe de dar, basados en la experiencia colombiana.

Tampoco encuentro mucho sentido en la explicación de que se trata de un ataque contra la base de la policía comunitaria en Coahuayana. El crimen organizado y aún más el CJNG le da un uso estratégico a la violencia, cuyo ejercicio es un tema siempre de medios y fines: dependiendo del fin es el medio utilizado, se usa la violencia acorde con el fin que se busca (proteger o pelear por los mercados, garantizar el cumplimiento de acuerdos, etc.). En este caso, el supuesto fin, intimidar o causar bajas a la policía comunitaria, se me hace menor para el medio desproporcionado que fue utilizado; con mayor razón si se considera que, para ese fin, hay otros medios. Estimo más bien que hacer explotar un carro bomba, precisamente en Coahuayana, tiene como finalidad transmitir un mensaje.

Coahuayana no tiene mercados criminales. Es un pequeño municipio platanero en la sierra-costa de Michoacán que colinda con Aquila y Chinicuila (municipios mineros). Pero su posición geográfica, limítrofe con Colima, lo coloca en un punto estratégico de la ruta de la cocaína y de la heroína que sube al puerto de Manzanillo (solamente a una hora de camino) rumbo a los mercados asiáticos; y de los precursores químicos que bajan de ese mismo puerto para los laboratorios clandestinos que existen en las partes serranas de Michoacán. Es decir, Coahuayana sirve a los Jaliscos como centro de almacenamiento y tránsito de droga y precursores químicos.

No puede ser una coincidencia que se haya hecho explotar un carro bomba exactamente el día de la marcha de apoyo a la presidenta de la República y en Coahuayana, enclave del narcotráfico. Por eso veo más bien el atentado como una demostración de fuerza y un mensaje que el CJNG manda al gobierno Federal: estamos aquí, controlamos la plaza y tenemos la capacidad criminal para generar violencia exacerbada, en caso de afectar los poderosos intereses económicos del Cártel relacionados con el lucrativo mercado de las drogas.

Al hacer la lectura de la explosión del carro bomba nos perdemos si vemos solo el hecho en sí mismo y no el posible mensaje que transmite; si sólo se ven individuos (autores materiales o intelectuales) y no estructuras, esto es, la organización criminal que está detrás.

Al ver la estructura veo una organización que, sin importar la puesta en marcha del Plan Michoacán, no teme desafiar al Estado mexicano; que ha podido desarrollar capacidades criminales complejas no solo por la forma de relacionarse con otros grupos delictivos a través de alianzas, sino respecto de las tácticas que emplea para llevar a cabo actos criminales que requieren un elevado grado de planeación, cálculo de consecuencias, coordinación y ejecución; y que cuenta con mano de obra criminal altamente calificada como lo exige la fabricación de minas antipersonales, drones con artefactos explosivos improvisados y carros bomba.

Después de lo que hemos visto en Coahuayana y a siete meses del mundial de futbol que concentrará las miradas del mundo en México, se confirma que el CJNG no se encuentra en la categoría de organización criminal de riesgo, sino en el de una verdadera amenaza a nuestra seguridad nacional.

Miembro de Número de la Academia Mexicana de Criminología.

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