Ya ha pasado casi una semana desde que comenzó en Glasgow, Escocia, la COP26 y el mundo sigue esperando mayor ambición para cortar emisiones de gases de efecto invernadero.

Durante la primera mitad de la COP26 hubieron tres temas que acapararon la atención pública: la declaración sobre bosques, el compromiso sobre metano, y otro más sobre el carbón.

Greenpeace, presente en Glasgow con una delegación internacional, ha sido crítica sobre estos temas. De hecho, consideramos que aún, las partes no abordan los temas centrales que son la reducción agresiva de emisiones para limitar el aumento de la temperatura global del planeta por debajo de 1.5º centígrados, y la canalización de los 100 mil millones de dólares prometidos por las nacional más ricas -y con mayor responsabilidad a la hora de reducir emisiones- hacia las más vulnerables a los impactos derivados del cambio climático.

La declaración sobre los bosques y uso del suelo apoyada por más de 100 países fue muy difundida. No obstante, poco se reparó en el contenido del texto. La declaración es una expresión de buenos deseos que no tiene ningún tipo de carácter vinculante. O sea, no obliga a los países que la apoyaron a cumplir nada. Además de vago, el texto no hace alusión a las causas raíz de la deforestación global: la expansión de la frontera agropecuaria (plantaciones de soya, aceite de palma, cría de ganado) o la extracción de maderas preciosas, por mencionar las principales. Tampoco dice la declaración que el antecedente más inmediato fue el “acuerdo por los bosques” de 2014. Ese año, en Nueva York, a iniciativa del entonces secretario general de Naciones Unidas varios países se comprometieron a reducir a la mitad la pérdida de cobertura forestal para el 2020, además de apoyar al sector corporativo para que detengan las prácticas de deforestación a lo largo de su cadena de suministro. Todo esto para el año pasado. No obstante, no sólo no sucedió sino que esta nueva declaración ofrece 10 años más de luz verde para que las cosas sigan igual.

Otro asunto ampliamente comentado tiene que ver con el compromiso adoptado de reducir las emisiones globales de metano un 30% para el 2030, sobre los niveles registrados en el 2020. De lograrlo, la temperatura del planeta podría reducirse en 0.2ºC hacia 2050. El problema es que al momento de darse a conocer ese compromiso, los principales emisores de metano no habían sumado su firma. Ellos son China, Rusia, India y Brasil. Otro punto débil del texto es que no hace mención explícita de la necesidad de reducir la producción y consumo de carne, y de productos lácteos. La industria ganadera es una fuente significativa de emisión de este gas de invernadero muy potente, pero de permanencia menor en la atmósfera. No mencionar de manera explícita la fuente del problema, genera ambigüedad a la hora de querer resolverlo.

Por último, el anuncio sobre el carbón. Cuarenta (40) países y algunos bancos se comprometieron a eliminar gradualmente el uso del carbón durante la década de 2030 (naciones ricas), y en la de 2040 (naciones menos ricas). No obstante, el compromiso no es suficiente ya que ni Estados Unidos, China, Australia e India lo han apoyado a la hora de escribir este artículo. Si los principales consumidores de carbón que suman más del 70% del total no se comprometen, ese anuncio se quedará sólo en buenas intenciones.

Queda poco más de una semana de la COP26. Han pasado muchas cosas pero son marginales. Aún seguimos esperando que en Glasgow se decrete el fin de la era de los combustibles fósiles, y las reducciones drásticas que deben hacer -principalmente- los países más ricos para poder contener la crisis climática.

Gustavo Ampugnani - director de Greenpeace México, A.C

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