En días pasados, Sr. Primer Magistrado Andrés Manuel López Obrador, hizo usted un emotivo llamado a “todos los que tengan información” sobre lo ocurrido en Iguala hace cinco años, el crimen abominable en el que desaparecieron 43 estudiantes normalistas rurales de la escuela Isidro Burgos en Ayotzinapa.

Se trata de un asunto que, como “tiene que ver con la justicia, con el humanismo, con el prestigio y la fama de México”, nos obliga a actuar a todos, dado que “esta herida nos afecta a todos”, como dijo usted, autor de su primer decreto como Ejecutivo, el que dispuso crear una nueva Comisión de la Verdad que, dijo el fiscal general, Alejandro Gertz, deberá iniciar prácticamente desde cero.

Su convocatoria no puede pasar desoída, y menos ahora cuando la laboriosa impericia judicial, los errores (o perversiones) procesales, la alharaca mediática y los intereses ideológicos han arrasado con las investigaciones previas: cinco años de fortalecer el utilitario caos de lo que en México pasa por ser la labor policiaca y la impartición de justicia, ese laberinto macabro en cuyo centro merodea el minotauro de la impunidad.

Bueno, en acatamiento a su llamado, Señor Presidente, me siento obligado a aportar algo. No es nuevo, puesto que han tratado el tema el escritor Sergio González Rodríguez y otros escritores. Yo mismo, luego de lo ocurrido en Iguala escribí varios artículos que llenan una sección de mi libro Paseos por la calle de la amargura (Debate, 2018). Si vuelvo a esto es tanto por el llamado de usted como por el hecho de que, al cumplirse un lustro ya de esta historia sin fin, este tema particular sigue sin figurar en la discusión.

Se trata de la exigencia de los padres de los 43, externada en varias ocasiones luego de la noche de Iguala, de saber quién había enviado a sus hijos a Iguala, por qué y para qué. Son las preguntas que instintivamente se hicieron y que corresponden, Señor Presidente, al método de cualquier investigación judicial y, especialmente, a las que atañen a la desaparición forzada, como lo explica “El Protocolo de Minnesota” de la ONU.

En su momento, la CNDH escuchó la exigencia de los padres y la registró en su informe (cosa que no hizo el GIEI): “¿Por qué motivo los estudiantes fueron llevados a Iguala? ¿Quién los llevó? ¿Y por qué precisamente a los alumnos de primer grado?”.

Esta diferencia entre “fueron llevados” y “fueron” obviamente es relevante para la investigación. Si es esencial saber quiénes “vivos se los llevaron” de Iguala, no lo es menos saber quiénes los mandaron a Iguala. Quién ordenó la estrategia de enviar a un grupo de muchachos inermes a una plaza caliente llena de narcos, policías y políticos corruptos.

A los muchachos, Señor Presidente, se les ordenó ir a Iguala, no fueron por su voluntad. En su calidad de “pelones” están forzados a acatar las órdenes de quienes prácticamente asumen el control de sus vidas desde que desean ingresar a la normal (pues hasta el examen de admisión depende de esos dueños) hasta que se gradúan. Y si no acatan los “llamados” se les expulsa. Así de simple.

Esos dueños son la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Puede usted leer sobre ella en la Red Voltaire, la misma organización que atiza la teoría del actual “golpe blando” que, se supone, está en marcha contra usted.

La FECSM, que se declara orgullosamente “semiclandestina”, ha privatizado las normales rurales de México, les imponen reglamentos paralelos, jerarquías y métodos (que, está documentado, no excluyen la tortura) y, desde luego, su ideología: un batidillo de “línea de masas” y filosofía (?) Juche que, aunque parezca broma, aprendieron en Corea del Norte sus remotos fundadores. La SEP y las delegaciones estatales pueden poner el examen de admisión, pero es la FECSM la que decide un ingreso que sólo se otorga a quienes aguanten una inhumana “Semana de Adaptación” y juren lealtad.

Y de ahí en adelante, ¿quieren ser normalistas? A obedecer sin chistar. Órdenes como la que recibieron los normalistas de Tenería que fueron enviados en 2014 a “recuperar” el auditorio Justo Sierra de la UNAM (la FECSM vende servicios así). O como las órdenes que reciben ritualmente para ir a bloquear carreteras o secuestrar camiones. Y, desde luego, la orden que el 21 de diciembre recibieron los “pelones” en Ayotzinapa: se van a Iguala esta tarde y… Los jefes no van, claro, porque son valientes.

Ahí se lo dejo, para lo que valga.

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