“La suave Patria” es el único poema escrito por un mexicano que tiene cumpleaños. Como es bien sabido, Ramón López Velarde fechó su manuscrito al católico modo, poniendo en cruz los tres datos: 24/ abril / 1921. Raro karma que se haga centenario en un momento zarandeado en que la patria, más que suave, es quebradiza.

Es un poema tan famoso como enigmático: un hombre singularmente complicado traza una cartografía íntima de “su” patria, una historiografía privada y una materia simbólica secreta que, sin embargo, termina por convertirse —“anacrónicamente, absurdamente”— en representación poética de lo colectivo “nacional”. Y de modo tan consensuado que un senador Ricardo Monreal propuso poner en “letras de oro”, en el “muro de honor” del pleno legislativo, el nombre del poeta como “Poeta de la Patria”. Para como hacen las cosas estos próceres, no extrañaría la errata y que acabase de “pueta”. Raro destino: mientras no lo ubiquen cerca de Zapata y Villa, a los que odiaba…

No por comprensible deja de ser gracioso que un poema empeñosamente escrito “con épica sordina” —es decir, fuera del foro político, el cornetazo de hojalata y las dianas tricolores—, terminase conteniendo a la Patria pajarera; ni que su autor aumente su fama cívica en desdoro de la literaria por un poema circunstancial y hasta interesado (pues como explicó José Emilio Pacheco, López Velarde deseaba congraciarse con Obregón, de quien necesitaba simpatía, deseoso como estaba de ingresar al servicio diplomático para irse a ver Europa).

Tambien es gracioso que, ya oficialmente, los patriotas se identifiquen como “chuanes” contrarrevolucionarios; que el paso de las horas lo marquen las prostitutas ambulatorias; que su idioma español, en vez de pedir perdón, sea un imperialista “surtidor de católica fuente”; que viva de milagro “como la lotería”; que su numen protector sea San Felipe de Jesús; que bese con la boca cachonda de rompope y que muestre sus tetas “empitonando la camisa” (mientras los babeantes toros calculan cómo abusar de ella…).

Ni que termine como un tenor más en el cacofónico coro del patrioterismo, ese que preside otro López, el “vate” López Méndez, autor de un poemilla salivoso, “México, creo en ti”, ese que un tercer López, menos lirida, pero más inspirado, suele adjudicarle a López Velarde pues lo confunde con “La suave Patria”. Y bueno, se entiende que le guste, pues “México, creo en ti” termina con un verso imperativo que El Supremo repite cada día: “¡Mi credo, patria, tiene que ser tuyo!”

Un mes después de publicado “La suave Patria” en la vasconceliana revista El Maestro, con un tiraje de 100 mil ejemplares, la Patria suave quiso leer de inmediato el por fin poema de la Revolución ganona, y a pesar de que —dice una leyenda— el presidente Obregón soltó un sonoro Vo.Bo. al rugir del cañón, al pobre López Velarde le negaron la chamba de diplomático.

Y se murió un mes más tarde.

Qué Patria suave, sí, a pesar de su eterna convulsión. Desde un López que convocó a la Patria a “administrar la abundancia” a otro López que sigue administrando la abundancia de la pobreza; y de un vate López que truena su matraca tricolora al asordinado López Velarde…

El mejor es él, el callado, el que quería patria “para la vida de cada uno: individual, sensual, resignada, llena de gestos, inmune a la afrenta, así la cubran de sal…

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