Un grupo de consejeros universitarios llevó a la Rectoría de la UNAM una denuncia en el sentido de que el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS), que dirige el señor John Ackerman, no cumple con el objeto para el que fue creado. Otro grupo llevó una “petición de destitución del académico John Ackerman como director del PUEDJS” con 50 mil firmas de apoyo.

El objeto del PUEDJS es realizar “investigaciones rigurosamente científicas” sobre democracia, ciudadanía, derechos humanos, justicia en general y movimientos sociales que habrán de solucionar “los grandes problemas nacionales desde un enfoque humanista”. Para solucionar esos problemas con enfoque humanista (sigue la denuncia), el PUEDJS tiene también un programa en TV UNAM llamado Diálogos por la democracia. Según el Portal de Transparencia de la UNAM, dicen, el proyecto tiene un presupuesto anual de 10 millones de pesos.

(Otro objetivo del PUEDJS, como ya se ha dicho en esta columna, es meter a la nómina a las tías y primas de la esposa de Ackerman, la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, que así lo soliciten.)

De acuerdo con la denuncia, el referido programa “puede ser manejado con sesgo político fundamentado en la difusión de ideologías”, una “presunta infracción” al artículo 95 del Estatuto General de la UNAM, que señala como “causas especialmente graves de responsabilidad… las actividades de índole política que persigan un interés personalista” y “la utilización de todo o parte del patrimonio para fines distintos de aquellos a que está destinado”. No cita la denuncia el artículo 2 que indica lo obvio: en la UNAM tienen cabida “todas las corrientes del pensamiento y las tendencias de carácter científico y social”, pero le está impedido “tomar parte en las actividades de grupos de política militante”.

Para cualquier observador es claro que la “política militante” de Ackerman consiste en alcanzar una “verdadera democracia” (es decir, con el modelo bolivariano) mientras que su “interés personalista” es apoyar las aspiraciones presidenciales que tiene su esposa.

El uso del patrimonio va más allá de los millones que le cuestan a la UNAM esas fantasías. Incluye su programa en TV UNAM (cuyos “invitados de lujo” van de Bartlett a líderes bolivarianos y a Sanjuana Martínez, Taibo, Epigmenio Ibarra, Jenaro Villamil o Fabrizio Mejía) y el uso de espacios para, por ejemplo, la “Feria por la Democracia” que fomenta “la cultura democrática” en un día laboral llenando la explanada de CU, con bocinas descomunales, de rock democrático de “Los Delirantes, Salario Mínimo y Perro Callejero” y discursos democráticos, otra vez, de Epigmenio Ibarra o Fabrizio Mejía. Y sólo costó 2 millones…

Dudo que progresen esas denuncias: la UNAM está inerme ante el poder del superdelegado del Presidente. Pero tienen el mérito de manifestar una libertad que crece en la UNAM, una defensa de su autonomía y una voluntad de transparencia que deberá ser propicia.

Y pensar que apenas en febrero el rector Enrique Graue denunció como una “intromisión” del Legislativo en la UNAM la iniciativa de ley de un diputado de MoReNa que proponía “democratizar” a la UNAM, proyecto que Ackerman lleva cinco años promoviendo con sus aliados contra la Junta de Gobierno y demás autoridades universitarias que, a su parecer, son sólo comparables al cónclave que elige al papa…

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