La semana pasada, el señor Paco Ignacio Taibo, segundo de su nombre, peroró largo ante dos periodistas. Lo que dijo, repetido por las redes y la prensa, puede verse y oírse en un video trepidatorio, o leerse transcrito en zonafranca.mx

En un momento dado, Taibo se ufanó de que “Todo mundo sabe que tengo una lengua más poderosa que mi capacidad para controlarla.” No deja de ser encomiable tal franqueza: la lengua del señor Taibo ha conseguido autonomizarse de la tiranía del cerebro vigilante, cuyo dueño estupefacto es el primer auditor de lo que carraspea.

Acto seguido, la voz procedió a declarar que “Mis opiniones personales son acerca de la claridad, ese es el problema”. Pero dada la advertencia previa, esto de la “claridad” quedaba ya en duda, pues ¿cómo saber si esas “opiniones personales” venían de Taibo y no de su lengua independiente?

En todo caso, uno de los dos enunció con toda claridad (“ese es el problema”) la siguiente advertencia: que quienes critiquen al gobierno deberán elegir entre dos opciones: silenciar su propia lengua o largarse de México con lengua y demás músculos.

La lengua del señor Taibo vistió la amenaza de “consejo fraternal” y la revistió de coloquialismos elocuentes: quédense los críticos en “su esquinita”, “no le muevan”, “no se azoten que hay vidrios y se van a quedar con las patitas cortadas” y otras prosas realista-socialistas de comisario cultural que, desde el poder, amedrenta traidores. En el taco de don Taibo, se diría, se injertan lenguas previas, como las de José Mancisidor y otros censores que, en los treintas, chasqueaban la higiene moral del pueblo y denunciaban “elementos indeseables”.

Ha habido una reacción enérgica contra los hipos de esa lengua con autogobierno. No es para menos pues, si bien su dueño puede desentenderse de lo que su lengua dice, otros escucharon el autoritarismo propio de quien destierra deslenguados. Se entiende, pues no es una lengua cualquiera, sino la de un poderoso dignatario de la cultura oficial e ideólogo superior de la nomenklatura.

En esa misma calidad, la lengua se jactó de poseer información privilegiada sobre “investigaciones en proceso” a cargo de un señor Jesús Ramírez, vocero de la Presidencia; anunció que “van a proseguir” y aun anticipó sumariamente la conclusión de que hay delitos perseguibles. Es la lengua versátil, judicial y profética…

Un último ingrediente, particularmente patético de esta lengua cara al sol, consistió en negar la ciudadanía de Enrique Krauze. Entre carcajadas bramó que no es un ciudadano, pues “¡ciudadano es los que viven en una ciudad (sic) o los que tienen patria, hombre!”. La misma frase que largaron Hitler y Stalin, Francisco Franco y Primo de Rivera, Henry Ford y Salvador Borrego: “No tienen patria”. Latigazo inesperado en una lengua que se las da de marxista-leninista y canta “La Internacional”, esa cosa sin patrias.

En abril de 2019, el señor Taibo y/o su lengua alardearon que la editorial Fondo de Cultura Económica “simboliza el cambio que ofrece el gobierno de López Obrador”. Tal cual. Y agregó: “¡A mí me emociona que una editorial simbolice al gobierno de mi patria!”.

Hasta ahora el simbolizado Jefe Supremo no se ha pronunciado sobre el gulag que augura a los disidentes la interpósita lengua que lo simboliza. Ojalá se equivocara: es la misma lengua golosa que ha dicho que el FCE a duras penas “sobrevivirá a diciembre” y que está en una “crisis peligrosísima”…

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