Sigue intrigándome el empeño reciente de los ideólogos al servicio del gobierno en la promoción de una peculiar convicción: la de que en México existe una conspiración secreta para asestar un “golpe de Estado blando” que detenga la llamada “cuarta transformación”, derroque al Primer Magistrado López Obrador y acabe con la esperanza y con la felicidad del pueblo.

Ya la semana pasada abrevié en estas páginas una abreviatura de su nueva argumentación: que las “fuerzas reaccionarias” al servicio del imperialismo norteamericano quieren propinarle a México lo que ya propinaron a los gobiernos de Argentina, Brasil u Honduras, y aún procuran propinar a los de la órbita bolivariana.

Es una trama simplona, pero que ha azuzado el reiterado discurso de AMLO contra quienes llama sus “adversarios”, un discurso que, inevitablemente, reduce cada vez más la distancia que hay entre una actitud crítica y una sublevación y aumenta, en la misma medida, la equivalencia de criticar al gobierno con traicionar a la patria.

Era predecible. Es ritual que, para amainar el grado de su confusión, las abundantes “izquierdas” recurran al seguro puerto que consiste en sugerir conjuras, detectar complots y pactos internacionales, apuntar al acostumbrado torvo imperialismo y los traidores internos. Es una confusión entendible ahora en México: la prometida “transformación” hacia un régimen popular ha logrado transformar a Bartlett en un favorito, a los mafiosos del poder en “Siervos de la Nación” (plus) y, lo peor de todo, a Trump en su aliado.

Lo peor de todo, digo, porque la ambición del imperialismo es el adversario esencial del esquema narrativo de nuestros neoideólogos. Toda la secuencia del complot “Golpe blando” en América Latina emana del esquema antiimperialista. Abundan desde hace años los videos producidos en Venezuela en los que Chávez, Maduro, Evo Morales y Rafael Correa denuncian al “golpe blando” en exactamente los mismos términos que ahora emplea el bolivarianismo mexicano.

Este traslado debutó en México en la primera plana del diario La Jornada el 15 de julio con la cabeza “Se fragua ‘golpe de Estado blando’ contra AMLO”. La fuente era una “investigación” del señor Carlos Mendoza, una que ya glosa los “cinco pasos” para tirar presidentes de quien consideran el malvado filósofo estadounidense Gene Sharp.

Y de ahí en delante. La semana pasada, el animador de televisión John Ackerman (uno que ensalza con tal enjundia a AMLO que hasta su coanimadora se carcajea) tuvo como invitado en alguno de muchos programas a Rafael Barajas El Fisgón, a quien presentó como “un gran intelectual, de los mejores pensadores y analistas políticos que tenemos en México”. (No es cualquier cosa: el pensador Barajas es el director del Instituto de Formación Política de Morena que, a su vez, tiene a Ackerman como uno de sus “brillantes pensadores”.)

Ambos, el mejor pensador y el brillante pensador, repasaron ante su público las denuncias contra los golpes blandos calcadas del bolivarianismo y reprocesadas por Mendoza. “Los golpes militares —explicó el pensador Barajas— ya estaban muy desacreditados y entonces vino un teórico, un estratega que estaba trabajando con la CIA que se llama Gene Sharp, que idea estas lógicas del golpe blando”.

¿Gene Sharp al servicio de la CIA? Sí, pues así lo determinó Thierry Meyssan, el gran conspiracionista e ideólogo de la Red Voltaire que suele ser la fuente de nuestras “izquierdas” y que es gran amigo de México y sus mejores pensadores. Y si Meyssan ya decretó que Sharp es CIA y el teórico del golpe blando, y así lo repitieron Chávez y Maduro y Correa, es explicable que la denuncia (que conlleva la orden de no leer a Sharp) haya llegado finalmente a México.

Pobre Sharp, ahí en su Instituto Albert Einstein, sin poder ya defenderse, acusado de todo y más. Aunque hay muchos para quienes el de Sharp es un “manual” no para crear golpes blandos, sino para defenderse de ellos; el teórico del antigolpe contra los pueblos que triunfan en un golpe de Estado, como se lee en su popular From Dictatorship to Democracy.

La confusión se resuelve si se le pregunta a alguien que siempre defiende a Sharp y niega que hubiese sido de la CIA; a alguien que para ellos es ideológicamente incuestionable: Noam Chomsky.

Pero en fin. Que los grandes pensadores mexicanos no pueden ver siquiera eso quizás explica por qué sí ven conspiraciones…

Google News

TEMAS RELACIONADOS