He presenciado algunas de las conferencias que regala cotidianamente a su pueblo el Primer y Único Magistrado, Lic. Andrés Manuel López Obrador, por medio de los reporteros de la prensa escrita, las cámaras de televisión, las ondas radiales, coaxiales y ópticas, las redes sociales y la ecoica realidad en general, en un curioso ejercicio que el Pueblo Unido llama las “mañaneras”.

El Presidente, hay que reconocerlo, habla bastante.

Un habla matutina que ilumina, y norma, y señala y reprocha. Ya convierte el discurso en una lección de historia patria (suspiran los reporteros cada vez que asoma Juárez); ya pronuncia extensas homilías de carácter moralizante. Es muy pasmoso, sobre todo si se tiene en cuenta que cada sesión dura un par de horas, que el vocabulario del Primer Mandatario se limita a dos centenares de palabras —incluyendo neologismos sabrosos como “magínense” (mi preferido)— y que pronunciar 10 puede tomarle a veces un minuto.

El Líder Máximo ordena a la realidad hablando. Emula a los dioses de las muchas mitologías y religiones (incluyendo la suya, la evangélica, que cree en el Dios de Abraham), a los que les bastaba con verbalizar su voluntad para que ocurriera todo lo que debe ocurrir; esos dioses plenipotenciarios a los que les bastaba decir “hágase la luz” y la luz se hacía, y de ahí en delante, de las galaxias a los mosquitos con o sin dengue.

Si la gente y los medios llaman a estas sesiones “las mañaneras”, porque inician a las siete de la mañana, en la superior sabiduría de su personal glosario, el Líder Máximo prefiere llamarlas “diálogo circular”.

Más allá de si es “diálogo” (toda vez que Él puede agraviar, pero no ser agraviado), es curioso el empleo del adjetivo “circular”, que parece aludir a, por lo que él concierne, sus palabras y sus gestos emanan de su boca y de su imagen y se van corre y corre hacia las orejas y los ojos del Pueblo Unido que, a su vez, luego de sopesarlas, cierran el círculo de la comunicación enviando su respuesta a las orejas del Mandatario por medio de los reporteros interpósitos.

Quizás “diálogo circular” sea un vestido con demasiado organdí para vestir a ese solo, extenso, inacabable discurso segmentado que cada mañana larga la Autoridad Constituida; una pausada perorata permanente cuyo emisor parece convencido, como los supracitados dioses, de que el mero hecho de soltarla implica darle realidad. Y vaya que la suelta, dos locuaces horas diarias, de pie, sin siquiera tomar agua, sin más apoyo que su heroico podio y un sumiso cuerpo de funcionarios chambelanes que ven pasar los largos minutos, forzados a esperar que el Jefe cierre su dosis de cotidiana de circularidad consigo mismo.

Todo su actuar consiste en la redacción de ese largo, lento, único, discurso. Lanza ordenamientos, señala indicios, pregona conceptos morales, improvisa políticas, ensalza aliados, amaga contrincantes, da lecciones de historia y, a veces, dice alguna ocurrencia que autocelebra con unas carcajadas espectorantes y casi tétricas.

Lo angustioso para Él es cuando no está diciendo el discurso porque tiene que ir al despacho, o subirse al avión. La realidad es una interrupción majadera, sólo soportable porque sabe que, a la mañana siguiente, sea ante la prensa o sea ante las multitudes, lo espera su fiel podio circular, esa portátil mezcla de tabernáculo y teocali.

Sería interesante saber cuánto ha durado hasta este discurso. A un promedio de dos horas diarias, y quitando las interrupciones, le basta una semana para derrotar el famoso discurso que eyaculó Fidel Castro durante siete horas y diez minutos ante el congreso del Partido Comunista de Cuba. Y lo que falta…

¿“Circular”? Más allá de si el sentido que le da Su Potestad a esa palabra es el de los mensajes que van y vienen, es imposible que no se activen sus otras acepciones (ah, las palabras, rejegas y chillonas, a las que hay que coger del rabo, como dijo algún poeta…)

Porque para el diccionario, “circular” es también “un proceso que parece no tener fin porque acaba en el punto en el que empieza”, y es también “la orden que una autoridad superior dirige a sus subalternos”.

Es ahí donde está la circular.

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