En un debate de 2021, en el Instituto Nacional de Formación Política (INFP) del MoReNa, su presidente, el camarada Rafael Barajas (a) “El Fisgón”, dijo que su misión era educar a la izquierda para “no agarrarnos del chongo y no dar espectáculos”. Eso fue el “Debate Interno de MoReNa” que junto a la información actual del INFP se mira en su sitio web:

Lamentablemente, como se vio con abundancia, los camaradas del MoReNa optaron por agarrarse dialécticamente del chongo y ofrecer el nuevo espectáculo de revivir, aumentar y transformar los viejos vicios de la democracia electoral a la mexicana. Es inevitable: la epopeya chongal exhibió al MoReNa como un partido, o movimiento (o movitido o partimiento) intensamente marcado por la ineptitud y por una inmoralidad a la altura del viejo PRI , su progenitor. Pero exhibe también el fracaso del MoReNa como formador de militantes y de cuadros políticos ávidos de conseguir “la socialización del pensamiento” y “la inteligencia colectiva”.

Hace años, cuando el MoReNa creó el INFP, declaró ufanamente que su misión era esencial para “acelerar el proceso de captación y formación de militantes” que conducirían al pueblo, “cabeza por cabeza” (sic), hacia “la revolución de las conciencias”. Lo haría por medio de cursos, talleres y seminarios que, según anunció el Supremo, se impartirían por todo el país y en Estados Unidos, Canadá y Europa, tan necesitados de bienestar.

La idea era que cualquier militante del MoReNa que aspirase a ser candidato o delegado o representante vecinal debía graduarse de militante en el INFP. López Obrador anunció que recibiría la mitad de los recursos que el Estado entrega al MoReNa: de los 1,628 millones que recibió en 2019, el INFP tendría 800 para formar militantes atentos a “los saberes de nuestros intelectuales”, que son “los más brillantes pensadores de la nación”, como Paco Ignacio Taibo II, Héctor Díaz-Polanco, Enrique Dussel, Fabrizio Mejía y el preclaro John Ackerman (que ahora ha denunciado el fraude generalizado en el partido del que se declara fundador). Luego ese presupuesto bajó a sólo 400 millones anuales y, eventualmente a la pobreza franciscana de sólo 50 millones, que es lo que el INFP nos cuesta hoy en día. Nada mal: un millón de pesos semanales de nuestros impuestos para que brillen los brillantes pensadores.

Luego de años de impartir cursos como “Bases psicosociales de la acción en grupo” e “Historia de Morena”, y de haber gastado en eso decenas de millones de pesos franciscanos, los resultados son nulos, como lo hizo evidente la heroica batalla del chongo, a menos que se considere que el ratón loco, el carrusel, la compra de votos, el acarreo de ancianos, la quema de urnas, la madriza a granel y el derecho popular al fraude electoral tengan “bases psicosociales”.

¿No habría que exigirle entonces al INFP del MoReNa que explique cómo, luego de años de gastar millones en revolucionar las conciencias, no fue capaz, siquiera, de respetar sus propios estatutos? ¿Que hayan revolucionado los más viejos y sucios vicios de la Patria electoral? ¿Que si su objetivo era que el MoReNa no le fallara a la 4T, no sólo le falló sino que puso en ridículo el rol de su Líder como Supremo pastor de las conciencias?

El INFP de los brillantes intelectuales, dijo Barajas (a) “El Fisgón” en el citado debate, debe luchar por “canalizar las discusiones”, porque “uno de los males de la izquierda es que canalizamos mal la discusión y nos convertimos en caníbales”.

Y en esas están, en vísperas del 2024…

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