Es un señor divertido, pero también importa entender las ocurrencias de John Ackerman, conspicuo personaje público que desde hace unas semanas se cuelga, más que de costumbre, de las candilejas del triste escenario nacional: la UNAM le canceló un proyecto con el que le usurpaba funciones; la Comisión Nacional de los Derechos Humanos lo reprendió por agraviar periodistas; la prensa lo exhibió como nepotista y multimillonario misterioso; sus pares del Consejo Técnico para seleccionar consejeros del INE lo descalificaron por tonto y berrinchudo y, para terminar, Porfirio Muñoz Ledo lo trató sumariamente de golpista.

No han sido días propicios para el vocero tecnicólor del gobierno de la quimérica cuanto demostrada “cuarta transformación”. Una breve zambullida en sus programas de tele, los que transmiten Russia Today (RT), Tele Sur de Venezuela y Al Jazeera (y más recientemente la UNAM y el IPN), inventarían los básicos padrenuestros de la catacumba ultraizquierda del MoReNa, ese partido contrahecho.

Ackerman lleva años pontificando (por ejemplo) que “los logros de la Revolución bolivariana son espectaculares. Se redujo la pobreza a la mitad, se duplicaron la cantidad de centros de salud, se construyeron millones de viviendas de interés social.” O que “no es Maduro, sino quienes lo quieren derrocar, quienes estrangulan de hambre al pueblo venezolano. En Venezuela se juega el futuro y la dignidad de toda América Latina.” O que “hay que construir un nuevo poder democrático, autogestivo y popular en todo el país” como lo demandan la CNTE y los normalistas de Ayotzinapa.

También lleva años pontificando que el MoReNa debe ser “un movimiento-partido que sería, algo similar a, o al menos tendría las mismas funciones, que el MAS (Movimiento Al Socialismo) en Bolivia o los similares partidos e instituciones en Ecuador y en Venezuela”; o que quienes critican a AMLO son golpistas, “hacen el trabajo sucio de los racistas y los halcones y se manchan las manos de sangre” y se “asustan frente a los ríos de caras alegres (sic) que aplauden y vitorean al presidente de México”.

En fin, podría hacerse una especiosa crestomatía de peroratas que serían graciosas si no vinieran de la superestrella de la 4T, como lo proclaman sus admiradores. Y desde luego tiene el derecho.

Pero hay algunas menos graciosas que intrigantes. Por ejemplo, en una entrevista a una cadena llamada Nacion321.com, el invitado de lujo declaró que “es un gusto y un honor para mí” que el presidente López Obrador lo “tome en cuenta” y se jactó de que le encargue misiones específicas. En esa ocasión (diciembre de 2017) declaró que “el año pasado Andrés Manuel me llamó para que integrara una comisión de enlace entre MoReNa y el magisterio nacional. Yo ayudé a acercar a todos los maestros de la CNTE y de las luchas sociales con MoReNa para que pudiera haber un entendimiento mutuo” (y echar abajo la reforma educativa).

Lo intrigante es que una de las “luchas sociales” con la que más trabajó ese año fue con el movimiento estudiantil en la UNAM, al que Ackerman se empeñó sudorosamente en aliar con el MoReNa y la CNTE, único “movimiento magisterial” verdadero y digno que —dice— es el único que lucha “por una pedagogía crítica y una educación de calidad”, tantas y tan lindas que es con la CNTE con quien estudian sus descendientes.

Ahora se entiende que fuese justo cuando el ahora Supremo le encargó su misión que Ackerman denunciara en La Jornada al rector Enrique Graue y a otros universitarios por manifestarse contra de las agresiones de Donald Trump hacia México, algo que en opinión de Ackerman era “fingido” y escondía un apoyo a Peña Nieto, a quien acusó de “aliado y cómplice” de Trump (a diferencia de AMLO).

Y por haberse manifestado contra Trump, ululó escandalizado Ackerman, el rector puso en riesgo la autonomía de la UNAM. Tal cual.

Esa energía social, alegó, debería invertirse mejor en declarar a la UNAM “territorio en rebeldía” para lograr su “democratización” y para unir a “la lucha estudiantil” con la CNTE, misión que Ackerman asumió creando un “Foro Deliberativo” y una organización activista llamada “Democracia UNAM”.

Y bueno, pues queda claro, y por confesión propia, que Ackerman acometió todo ese activismo en la UNAM por órdenes directas de su jefe López Obrador, defensor incierto de la autonomía…

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