En nuestra colaboración anterior hablamos de la celebración internacional del 4:20, en la que miles de personas de cientos de ciudades conmemoran simultáneamente a la marihuana el día 20 de abril. La segunda conmemoración de primavera en este sentido es la que en inglés se conoce como Miliion Marijuana March o Liberation Day y que en México se ha traducido como Día Mundial por la Liberación de la Marihuana, que se celebra el primer sábado de mayo en naciones de los cinco continentes.

Con este motivo, el sábado 7 de mayo, al igual que en muchas otras partes del mundo, se llevaron a cabo una docena de marchas por la legalización de la mariguana en México. Se trató de la edición número 22, dado que la primera ocurrió en 2001 en la capital del país. Desde entonces, y por diversos motivos, el tema ha ido cada vez más merecedor de ser abordado por los medios de comunicación.

Gracias a esta manifestación las personas usuarias de cannabis comenzaron a hacerse visibles como ciudadanos en lucha por sus derechos. Gradualmente, la sociedad ha reconocido que quienes usan esta planta -pacientes incluidos- son sujetos de derechos constitucionalmente reconocidos y que la planta puede usarse de maneras distintas al uso personal, como ya ocurre en diversas naciones.

La marcha del sábado en la Ciudad de México transcurrió, como siempre, en un ambiente festivo y sin incidentes negativos que reportar, con una convocatoria que en la Ciudad de México alcanzó alrededor de ocho mil participantes, cientos en Guadalajara y Cuernavaca, y decenas en Tlaxcala, Querétaro y Tijuana, entre otras.

Sin embargo, detrás de la alegría de los participantes y de la efervescencia que últimamente ha generado la expectativa de la despenalización de la planta, prevalece una realidad: continúa prohibida, con lo que desperdiciamos las posibilidades de desarrollar una industria de gran potencial económico y medioambientalmente sustentable para muchas necesidades humanas. Cambiar la legislación sobre esta planta abriría una oportunidad de desarrollo armónico, legítimo, a comunidades rurales y empresas nacionales que podrían beneficiarse con su cultivo.

Con la marcha se busca llamar la atención de los legisladores para que integren leyes de cannabis que generen empleos, desarrollo e investigación a partir de una especie vegetal cuyas posibilidades, se está descubriendo, parecen ser infinitas

Y no es para menos. A décadas de debate han seguido sentencias y jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que obliga a nuestras autoridades de todo nivel a poner en práctica nuevas formas de tratar con la planta. Tales obligaciones incluyen legislaciones pendientes (hace más de tres años que la Corte ordenó al Poder Legislativo "terminar con la prohibición absoluta del cannabis en el país") y hasta la fecha los legisladores de dos legislaturas distintas han fallado en cumplir con su obligación constitucional. La marcha, pues, tiene aún muchas razones para seguir llevándose a cabo.

Consignas como "La ley tiene un hueco, derechos al pacheco", o "No somos delincuentes", abundaron entre toda clase de personas que asistió. Marcharon usuarios medicinales, personas de la tercera edad, jóvenes de todas clases sociales y expresiones culturales. Gracias a esta presencia, va quedando atrás la práctica de presentar al usuario de mariguana mediante clichés y estereotipos, pues lo cierto es que la diversidad cultural, social y económica de ellos alcanza a todos los estratos y comunidades, como corresponde a una sociedad plural y diversa como la mexicana.

México está más que listo para desarrollar una política hacia la cannabis que respete los derechos de sus usuarios y de los no usuarios, que genere recursos económicos legítimos y fiscalizables, que signifique una oportunidad de desarrollo económico para miles de mexicanos y que nos haga evolucionar hacia una realidad regulatoria cada vez más extendida por todo el planeta.

Como dicen los propios activistas: “La mota, legal; eleva la moral”.


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