Cuando México decidió incursionar en un nuevo modelo de desarrollo económico, durante el sexenio de Miguel de la Madrid, queríamos abandonar el esquema anterior de crecimiento hacia adentro y de industrialización forzosa, por uno que viera hacia afuera, en donde el mercado global fuera el límite de dicho crecimiento.

Se veía entonces un horizonte difícil, pues los demás jugadores globales ya tenían tiempo actuando en esa arena, y México se estrenaría con muchas deficiencias en su aparato productivo. Deficiencias que, por cierto, había provocado el anterior modelo de protección a la industria (y mercado) doméstica.

¿Cómo preparar a nuestra nación para ese reto tan importante?, pues para comenzar deberíamos contar con un andamiaje legal y de impulso a la industria para fomentar la inversión y aprovechar las ventajas comparativas con las que México ya contaba. Cercanía a un mercado muy grande y con gran poder de compra, bajo costo de la mano de obra, y un bono demográfico que se antojaba muy interesante.

Pero había que tener otras cosas, otros elementos de la ecuación de los negocios como la capacitación y educación de las nuevas generaciones, la infraestructura adecuada, la suficiente proveeduría de agua, luz, gas y combustibles de buena calidad y a buen precio, un bajo costo del dinero y el financiamiento adecuado para impulsar a la industria, vaya, todo lo que los denominados “clústeres” requieren para crear un círculo virtuoso e impulsar su desarrollo e innovación.

Y así fuimos construyendo esta estructura, con muchos problemas y adversidades, pero hemos dado pasos importantes en esa dirección. Hoy en día, nuestro comercio exterior ya forma parte importante de nuestra economía, y es hoy por hoy, el único sector que ya se recuperó de la crisis ocasionada por la pandemia y el encierro del 2020.

En este punto desearíamos que nuestro mercado fuera más amplio y poder impulsar a más y más empresas mexicanas a participar activamente en cadenas de valor mundial o regional. Eso es sólo para decir (nos), ¡no nos equivocamos! El cambio de modelo económico que nos propusimos hace casi 40 años, sí funciona, y nos puede dar mucho más para próximas generaciones. Puede dar empleo a millones de mexicanos capacitados y deseosos de un mejor futuro.

Pero no podemos bajar la guardia, debemos seguir en la construcción de esa estructura “potente”, “innovadora”, de “primer mundo” como nos gusta decir en México. Pues la competencia allá afuera es cada vez más fuerte y agresiva. Yo me inicié en los 80 en la atracción de inversión productiva a México y les puedo contar que, en esa época, nuestros competidores por la atracción de inversión o estaban muy lejos de nosotros, como Taiwán, Corea o Turquía, o muy cerca pero con pocas ventajas comparativas como los estados del sur de EU. Lo cual presentaba relativamente poca competencia. Más aún, el TLCAN vino a facilitar las decisiones de los inversionistas por México.

Para que tengan una idea de las magnitudes, nuestras exportaciones no petroleras han pasado de ser de 7,590 millones de dólares en 1980 a más de 400 mil 256 millones en el 2020.

O sea que en un lapso de 40 años este sector se multiplicó por casi 53 veces. La participación en el valor agregado nacional de este sector, que en 1980 era prácticamente solo la mano de obra, la renta y la luz, con un 2%, hoy en día es de casi del 46%.

No quiero decir si esto es producto del modelo neoliberal o no, solo digo que es producto del cambio de estrategia de desarrollo, ¡de una que solo ve hacia adentro, a otra que ve hacia afuera!

Cuando el presidente López Obrador confirmó su apoyo al T-MEC, mucha gente respiró a gusto, pues esto significaba la continuación de la estrategia.

Pero eso debe ser refrendado una y otra vez. Las señales de cancelación del NAIM; y la Cervecera Constellation Brands no son las señales correctas. Tampoco lo son la eliminación del “outsourcing” y las reformas a la Ley de la industria eléctrica.

Cualquier cosa que no abone a la competitividad país, no ayudará a la continuación del crecimiento, el desarrollo y la creación de empleos. Pues como dije, hoy en día hay mucho más competidores por dichas inversiones y están atentos a las señales contradictorias o poco estratégicas de sus competidores. Queramos o no, estamos en la marquesina, y nos están viendo. De nosotros depende cómo nos mostramos y qué ofrecemos. Nadie es tan grande o autosuficiente como para no necesitar de los demás, o ser echado a un lado.

Tener mano de obra barata ya no es una gran ventaja comparativa, y mucho menos competitiva. Requerimos energía eléctrica de buena calidad y a buen precio, opciones de mano de obra en subcontratación, estado de derecho, educación y capacitación de calidad, financiamiento abundante y a bajo costo, reguladores independientes y efectivos, seguridad, etc.

Un botón de muestra. Usted puede visitar la página siguiente https://www.globalpetrolprices.com/electricity_prices/ , en ella podrá ver la lista de países y los precios promedio de electricidad para negocios.

Para el caso de México, no aparecemos ni en los primero 100 más baratos del mundo. Países como China, Vietnam, Taiwán, Corea, EU y Canadá, tienen energía más barata que nosotros, y contra las empresas en esos países tienen que luchar nuestros empresarios por los mercados del mundo.

¿Cómo lo van a hacer?

Si las modificaciones legislativas propuestas por el senador Monreal aseguran bajar el costo de la energía eléctrica, pues bien por eso, pero con un monopolio en el mercado, aunque esté en manos del gobierno, no asegura que gocemos de energía barata en el futuro.

Consultor en Comercio Internacional e Inversión Extranjera
gc@nais.mx
gcanales33@hotmail.com

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