Los flujos de comercio internacional a nivel global se vieron fuertemente impactados por la pandemia del CoviD-19.

El intercambio de mercancías cayó en 14.3% por volumen para el segundo trimestre de este 2020 y en términos de valor el desplome fue del 21%.

Cifras no vistas desde la debacle del 2009 después de la crisis hipotecaria. Aunque se empieza a observar una recuperación en las cifras para el 3er. Trimestre (no oficinales aún), se estima que el 2020 termine con una caída del 9 o 10%.

Esto, sin embargo, es mantenido con bastante cautela por la WTO y otras organizaciones de comercio debido a los recientes rebrotes de COVID-19 en Europa y los Estados Unidos.

El intercambio comercial a nivel mundial ha crecido intensamente desde finales de la Segunda Guerra Mundial, y ha contribuido al crecimiento de muchas economías del mundo.

Piensen ustedes en muchos países asiáticos como Taiwan, Hong Kong, Corea, China, y en Latinoamérica México por supuesto.

En los trabajos de investigación de Frankel & Romer 1999 y Alcalá & Ciccone 2004, quienes analizaron grandes series de datos, encontraron una importante correlación entre el crecimiento económico y el volumen de comercio entre cientos de países. Pero quizás aún más en los países llamados de reciente industrialización.

Aunque le comercio internacional es solo una parte de la globalización, muchos lo refieren como parte fundamental de ella, y dichos críticos de la globalización, esgrimen la creciente inequidad en el mundo como el lado “oscuro” de la globalización.

Este discurso es tendenciosamente utilizado por los detractores del comercio internacional, pues si bien existe un cierto efecto de la globalización en diversos países del mundo en ese sentido, este, en mayor medida, es debido a los débiles o rígidos sistemas laborales, a la falta de un sólido estado de derecho, y a monopolios y oligopolios en varios países. Donde la globalización solo exacerba las distorsiones ya existentes.

Pero cuando ponemos en una balanza los beneficios de la globalización contra sus posibles daños, nos podemos dar cuenta que, el beneficio máximo, que es el mejorar los niveles de vida de grandes masas de población, se ha cumplido.

Durante el curso de la última generación, más de 1,000 millones de personas han salido de la pobreza en el planeta. Es eso atribuible solamente a la globalización, ciertamente no, pero esta ha influido fuertemente en ello.

La globalización no es la panacea, es solo un elemento de muchos que debemos de considerar al momento de adentrarnos en mejorar el nivel de vida de la humanidad.

En México hemos tenido 3 modelos económicos desde la conquista, el primero y que duró hasta entrado el siglo pasado y fue el de la exportación de materias primas, que para el caso de México principalmente fueron minerales y petróleo (330 años aproximadamente).

A partir de la administración del presidente Lázaro Cárdenas (1934-40), el proyecto nacional fue iniciar el proceso de industrialización en México, pero fue hasta el sexenio de Manuel Ávila Camacho (1940-46) en el que se adopta un modelo específico para lograr dicho objetivo.

Este modelo fue el de sustitución de importaciones, que básicamente tenía como objeto el fabricar en México los productos que se importaban, dejando con ello depender de dichas importaciones.

Este modelo redituó grandemente en muchas áreas económicas del país, pero concentró regionalmente buena parte de este desarrollo en 3 zonas que fueron la Cd. De México, Guadalajara y Monterrey.

El tercer modelo inició con la entrada de México al GATT en 1986, y fue el denominado desarrollo hacia afuera, fomentando las exportaciones y nuestra vinculación económica con el mundo. No hay una razón para decir que un modelo es malo o bueno, sino que los 3 tuvieron su razón de ser y existir, y estaban muy ligados a los pensamientos económicos de sus épocas.

Este tercer modelo ha relanzado la industrialización de México, y ha generado una buena cantidad de empleos directos e indirectos. Pero lo más importante de todo, es que ha insertado a México en cadenas de valor mundial. Y si hace 30 años las maquiladoras sólo ensamblaban un arnés eléctrico, ahora ya producen automóviles y sus componentes, piezas aeroespaciales, médicas, electrónicas, etc. Claro, nos falta mucho en el campo de la innovación y el desarrollo de nuevas tecnologías, pero vamos en el camino correcto.

Hoy empezamos a ver, con desánimo, ciertas políticas públicas del nuevo gobierno que no apoyan el seguir con este modelo económico.

La cancelación del aeropuerto NAIM, el arranque de la refinería de Dos Bocas, la construcción del denominado Tren Maya, la cancelación de la Cervecería de Constellation Brands, y los cambios en la ruta; ya planteada, de reconvertir a México en un país de energías limpias, y depender menos en la generación de energía eléctrica en base a combustóleo o carbón, han pasado el mensaje al mundo que México ya no quiere ser parte de ese grupo de países progresistas y de vanguardia.

Tal vez la última de las malas señales es la propuesta de eliminar la subcontratación de personal o el llamado “outsourcing”.

Hace unos meses un buen amigo que trabaja para el gobierno de Corea me habló para saludarme, y entre otras cosas me preguntó, ¿qué está pasando en México querido amigo? ¿Ya no quieren seguir en el grupo de los países de vanguardia? ¡Qué lástima!, tan bien que iban, me dijo. Al principio, yo no supe qué contestarle.

Luego le expliqué de los cambios políticos y de lo que entiendo del pensamiento del nuevo gobierno (4T), pero mientras le contaba, me fui dando cuenta que yo mismo no hacía sentido en mi discurso. Esa charla me aclaró el panorama y me di cuenta, cuán importante es pensar en el largo plazo cuando diseñamos e implementamos políticas públicas.

¿Tendrá este gobierno esa visión de largo plazo? Sobre todo, ¿centrada en datos duros y no en quimeras o sueños guajiros?

Consultor en Comercio Internacional e Inversión Extranjera, con más de 40 años de trayectoria en los sectores privado y público. gc@nais.mx gcanales33@hotmail.com

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