Esta es una pregunta muy amplia, pues existen varias maneras de invertir en un país. Por lo que la respuesta requiere de un análisis más puntual sobre los diversos tipos de inversión.

Por ejemplo, no es lo mismo invertir en la Bolsa de Valores que, en una nueva franquicia de nieves de yogurt, o en una planta de manufactura de autopartes. Y como ustedes de seguro se pueden dar cuenta, no todos los países son ideales para invertir en cualquier cosa.

En general, la inversión extranjera se divide en dos grandes grupos, la inversión especulativa (como la Bolsa de Valores, posiciones en pesos mexicanos, o instrumentos de deuda), los cuales son relativamente fácil de desinvertir e irse del país (o del peso).

Y la inversión extranjera directa, como la inmobiliaria, o en el capital de sociedades mexicanas (sean estas comerciales, financieras o productivas) o bien en deudas directas de dichas sociedades. Estas, se consideran mucho más estables en el tiempo.

De la inversión especulativa me ocupare en otro artículo, pero en este, me enfocaré en las directas. Estas inversiones a su vez se pueden clasificar en inversiones en activos fijos (como los inmuebles), en comerciales (como las de compraventa y comercialización de diversos productos y servicios, destinadas principalmente al mercado interno), y las productivas, que van tanto al mercado interno como a las exportaciones.

Cada uno de estos 3 tipos de inversión tiene sus particularidades, pues no todas buscan lo mismo. Bueno, me corrijo, todas buscan acrecentar su monto mediante sus rendimientos, pero no de la misma forma. Una inversión inmobiliaria busca a veces incrementar su valor comercial en el tiempo, y tener rendimientos a través de rentas (Cap Rate). Otras, sin embargo, buscan funcionalidad y operatividad para sus servicios como son los hoteles, hospitales y restaurantes, sin descuidar su valor y Cap Rate por supuesto.

Las inversiones comerciales buscan el mercado interno y por lo tanto están íntimamente ligadas al tamaño del mercado, poder de comprar, distribución y crecimiento. Mientras que las productivas pueden estar enfocadas al mercado interno solamente, o al mercado de exportación, o una combinación de estas dos orientaciones.

Esto significa que tendrán diferentes factores que las potencializan o las afectan. Por ejemplo, una inversión en generación de energía eléctrica se verá afectada por las expectativas del mercado de consumo de este servicio, así como de la reglamentación en la materia, mientras que una en la manufactura de componentes de celulares de exportación buscará la facilitación del comercio internacional, así como una buena y abundante mano de obra.

Entonces, cuando hablamos de “atractividad” de la inversión en un país, debemos hablar también de qué tipo de inversión, pues no todas son iguales en sus factores detonantes o inhibidores. En este punto comenzaremos a hablar de México y su “atractividad”. Para las inversiones en manufacturas, México es un punto ideal, pues cuenta con un aparato productivo relativamente fuerte y en crecimiento, una red de tratados de libre comercio que permite la importación y exportación libre de aranceles, tiene una mano de obra abundante y joven, y con salarios relativos bajos en comparación a otros países, pero singularmente, el más bajo en la región de Norteamérica.

Con todo esto, definitivamente México es muy atractivo. No por nada estas inversiones siguen llegando a nuestro país, y creo que se incrementará su flujo en los años por venir.

Historia distinta es la inversión que busca el mercado mexicano. Pues este ha caído fuertemente. No sólo con la pandemia, sino que ya venía de una contracción desde el 2019. Esto pone un relativo freno a inversiones que de otra manera estarían fluyendo.

La cancelación del nuevo aeropuerto (NAIM) en Texcoco, desde diciembre del 2018 pasó un pésimo mensaje a otros inversionistas en infraestructura. Más aún, los intentos por cambiar las leyes de hidrocarburos y generación de energía, para volver a un pasado monopólico de estado, metieron mucho temor a los inversionistas de estos proyectos, pues son muy dependientes de permisos o decisiones gubernamentales.

Las inversiones en infraestructura, sea esta pública, privada o una combinación de ambas, requieren una estabilidad regulatoria muy amplia en el tiempo, pues también así son los retornos de dichas inversiones, muy largo en el tiempo (normalmente de 20 a 30 años).

Cualquier variación en el marco regulatorio, afecta desde luego a las nuevas inversiones, y estas a su vez a otras y otras, y así en una cadena que detiene todo el sistema. Dando como resultado una parálisis del crecimiento interno, haciendo que los inversionistas lleven su dinero a otros mercados y países.

México ha presentado estancamiento y cifras negativas tanto en el Consumo Privado, como en la Inversión tanto Pública como Privada. Esto, lo único que genera, es una espiral descendente que baja el crecimiento económico, los ingresos y por ende los ahorros internos, creando más pobreza.

De nuevo, ¿es México atractivo a la inversión? La respuesta es ¡un sí y un no! Dependiendo de los sectores de los cuales hablemos y los objetivos que tengan los inversionistas.

Y uno diría, bueno pues, si llegan las inversiones para la manufactura, estas serán suficientes para sacarnos del atolladero, ¡Desgraciadamente no! Pues hasta estas inversiones dejarán de llegar si los requerimientos de energía no son suficientes ni en cantidad ni en costo, si los puertos no son suficientes, si los aeropuertos no operan con normalidad, si las telecomunicaciones no están en su óptimo, si la banca no puede redistribuir el financiamiento, en fin, si el resto de la economía no funciona al mismo paso que la manufactura lo requiere.

Como decía mi madre, “no podemos patear el avispero y esperar que nada nos pase”…

Consultor en Comercio Internacional e Inversión Extranjera, con más de 40 años de trayectoria en los sectores privado y público. gc@nais.mx gcanales33@hotmail.com

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