¿México conoce la diestra y la siniestra? Quizá aquí no existe esa geometría política. Chile eligió al “derechista” José Antonio Kast, como sucesor del presidente “izquierdista” Gabriel Boric, quien de inmediato reconoció los resultados; no como en Honduras, donde la presidenta Xiomara Castro, aliada de Morena —visitó a Claudia Sheinbaum una semana antes de su elección—, rechazó los resultados adversos, y cantó el tradicional “fraude” e “injerencismo” del perdedor.
En México no ocurrirá un triunfo de “la derecha”, porque en gran medida “esa” derecha es Morena.
1. Son neoliberales, no tocan a los oligarcas ni con el pétalo de un impuesto. La plutocracia mexicana, de concesiones y permisos gubernamentales, los cultivó y heredó AMLO. Las privatizaciones satanizadas de dientes para afuera seguirán intactas. ¿Le van a quitar Teléfonos de México a Carlos Slim, para hacer Teléfonos del Bienestar? ¿Nacionalizarán Minsa de Altagracia Gómez, para regalar tortillas? Algunos deudores tributarios negocian favores en silencio, al más puro estilo priísta. Compañías de seguros, mineras, bancos, grandes almacenes multinacionales ¿ya pagaron al SAT? ¿Los aranceles contra China favorecen a los trabajadores sin aguinaldo? Tanto Kast, como Milei están a favor del libre mercado, exactamente igual el claudismo que quiere firmar, como Carlos Salinas, “padre del neoliberalismo” según ellos, un tratado comercial con Canadá y Estados Unidos. De “izquierda” quizá sólo tenga el lugar para la rúbrica.
2. Kast está con el ejército. Lo apoyaron militares nostálgicos del dictador Augusto Pinochet. Aquí, idéntico. Morena militarizó la vida del país. Los mandos de la Guardia Nacional son militares, y éstos invadieron —cumpliendo órdenes— muchas zonas de la vida civil. La tropa y sus mandos son cimiento de la 4T, como Pinochet. Además, tiene otro “regimiento” de “servidores de la nación” para aceitar la maquinaria clientelar, y afirmar la lealtad al líder, como Pinochet. Mando único sin control, como en Chile, hasta el reemplazo por los demócratas cristianos Patricio Aylwin y Eduardo Frei. Hoy, aquí, tenemos un Pinochet latente en una hamaca, que ya anunció o amenazó, con dar el zarpazo y volver a salir, si se atenta contra lo que sólo él, sin más, entienda por soberanía, democracia o golpe de Estado. Música de Pinochet.
3. La ultraderecha tiene un discurso racial, como el de Trump y levanta muros contra “su” extranjero, “su” extraño. Nacionalismo falso y vano. El libro “Grandeza” de AMLO suda la esencia racial de cualquier derecha mundial. El muro frente a lo español para alimentar la demagogia indígena. Minusvalorar el mestizaje frente a una raza “pura”. Mientras en Europa la ultraderecha derecha grita contra la “invasión musulmana”, aquí, AMLO escribe sobre “la desdicha que nos aportaron las invasiones europeas”. Mohína al distinto. Guerra al “otro”.
Morena es materialmente la derecha, aunque formalmente levante el puño izquierdo. Algunos saben de Carlos Marx, aunque no de su vida de mantenido con las “dádivas del bienestar” de Federico Engels; otros, pocos, cantan “La Internacional”, “arriba-los-pobres-del-mundo”; y, muchos, corean “avanzar, avanzar con el PRI”, letra del poeta y ahora escritor “ya saben quién”. Defienden a Manuel Bartlett y varios combatieron a Heberto Castillo. Abrazan a Rubén Rocha, y ya olvidaron a otro sinaloense, Arnoldo Martínez Verdugo. Callan como momias, ante la propuesta “de izquierda”, de una reforma fiscal que lanzó Cuauhtémoc Cárdenas, y de su preocupación por la falta de diálogo con voces diferentes.
“Soy hombre de fe y de convicciones”, dijo AMLO, lo podría repetir Pinochet sin reparo; mientras sus herederos le entregan rapidito y de buen modo, el agua del río Tijuana, como lo ordenó Trump. Por sus hechos concretos, no rollitos mañaneros, a México lo gobierna una ultraderecha facinerosa, envuelta en papel (desechable) de izquierda.

