Murió Francisco Barrio Terrazas, ciudadano ejemplar. Bravo del norte, por tomar con generosidad y franqueza el destino de su comunidad, en sus manos. Tenía un corazón enorme, del tamaño de Chihuahua, su tierra natal.
Barrio fue modelo político de construcción del bien común de su municipio, entendió, desde la década de los ochenta, lo que otro chihuahuense, Luis H. Álvarez, dominaba a la perfección con el horizonte puesto en toda la República: que la única manera posible de acabar con el asfixiante presidencialismo populista centralista y caciquil, era la vía municipalista. ¿Suena actual?
Pancho significó triunfos del PAN. En 1983 ganó la alcaldía de Ciudad Juárez, mientras el propio Luis Álvarez ganaba Chihuahua capital. Esos gobiernos fueron un parteaguas, acosados política y financieramente por los gobiernos priístas del centro. ¿Suena actual?
Barrio tres años después, en 1986, compitió por la gubernatura, pero hubo fraude electoral, con un arbitro priísta, trampas y acordeones, dinero público a favor del régimen. ¿Suena actual?
En ese 1986, con resistencias pacíficas y huelgas de hambre, no en el imaginario 1968, de la terrible matanza en Tlatelolco, que inventan los que le regatean la hazaña al PAN, empezó la transición política mexicana para sacar al PRI del poder. El robo electoral de entonces a los chihuahuenses, lo perpetró el cleptómano de los sufragios: Manuel Bartlett Díaz, al que ahora quieren honrar en Puebla, con su nombre a una calle. Ojalá, Cruz Pérez Cuéllar, expanista, alcalde de Ciudad Juárez, que conoció esa lucha de su paisano, y disfrutó del camino democrático que abrió Barrio, tenga tantito valor y le haga un homenaje a Barrio. El chihuahuense merece el recuerdo, el poblano el repudio.
Barrio empezó a dejar el corazón en ese terrible cotidiano cumplimiento de deber cívico. Su carácter era afable, el humor sencillo, escuchaba a todos con paciencia, pero tenía convicciones profundas y fuertes. Tomada una decisión no cedía. Era un panista pragmático, más de realidad que de ideas; y en no pocas ocasiones enfrentado a los panistas más idealistas, doctrinarios. Por eso apoyó a Manuel Clouthier, como candidato a la Presidencia de la República en 1988. Y volvió a competir por la gubernatura que ganó en 1992. Durante esa campaña, en un accidente automovilístico murió una de sus hijas, Judith.
En la Legislatura, 2003-2006, en el sexenio de Fox, Barrio tuvo una alarma en su corazón y lo tuvieron que intervenir. La convalecencia duró un mes, todo octubre de 2003; entonces se renovó el Instituto Federal Electoral. Yo era el Coordinador Adjunto, Pancho me dijo antes de entrar al hospital, “creo que llego para nombrar al sucesor de José Woldenberg, pero si no llego, te respaldaré con todo lo que tú y el grupo decidan”. Así era Barrio, sin dobleces, ni regateos, sin recelos. En el famoso desafuero al entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador, vivió atribulado, con dudas; Gustavo Madero, Tatiana Clouthier y yo, le decíamos que era un error, mientras que otros encabezados por el gran Juan de Dios Castro, empujaban por votar a favor, de remover la inmunidad procesal a AMLO. Ganó el “sí”. Todo fue una tragedia política. El PAN acabó pagando una multa para evitar que pisara la cárcel y victimizar, más, a Andrés Manuel. ¿Suena a lección por aprender?
Pancho apoyó a Xóchitl Gálvez. Estuvo con el PAN hasta el final. Lección aprendida. Su corazón le falló en la última entrada al hospital. Se lo gastó completo, en su patria, en conquistar el voto libre; y en su familia, con Tencha su esposa. Barrio vivió y batalló en los tiempos que “la verdad no era ley…y la ley no era verdad”, su corazón nunca se detuvo para hacer coincidir verdad y ley. ¿Más actual el reto, imposible? El corazón de Pancho seguirá latiendo.

