Recientemente, Javier Milei, candidato a la presidencia de Argentina, planteó esta disyuntiva en una entrevista con Tucker Carlson, que ha alcanzado un rating nunca antes visto, con más de 400 millones de reproducciones en la plataforma X de Elon Musk.

Analicemos a qué se refiere Milei:

El concepto de la “mano invisible”, propuesto por Adam Smith en su obra cumbre “La Riqueza de las Naciones”, aboga por la autorregulación del mercado a través de la competencia. Según esta teoría, si los individuos buscan su propio interés económico de manera libre, el resultado será un equilibrio generalmente beneficioso para la sociedad en su conjunto. Cuando las personas buscan maximizar su propio beneficio económico impulsados por el deseo de ganancia, se produce un equilibrio en el mercado que conduce al progreso económico y al bienestar general. La “mano invisible” representa este efecto positivo que se logra, aunque no haya una intención directa de beneficiar a la sociedad.

Ahora bien, desde la perspectiva de la “garra del Estado”, se plantea la intervención gubernamental omnipresente en la economía como indispensable para corregir desigualdades, proteger a los más vulnerables y asegurar el bienestar general. Los defensores de esta visión argumentan que la planificación central y la sobrerregulación son esenciales para evitar abusos y garantizar un acceso equitativo a los recursos. En este enfoque, el Estado juega un papel activo en la distribución y asignación de recursos.

La realidad no se ajusta de forma precisa a ninguna de estas dos visiones extremas. La “mano invisible” no lo soluciona todo, y mucho menos la insaciable “garra del Estado”. Numerosos países buscan un punto intermedio, facilitando la competencia y el libre mercado, con un marco regulatorio sencillo e inteligente que garantice las libertades.

Cuando el gobierno interviene demasiado en la economía se generan distorsiones y perjuicios. Las regulaciones excesivas, cargas impositivas altas y la necia burocracia desincentivan la inversión y la innovación. La rigidez que conlleva la intervención gubernamental afecta la flexibilidad necesaria para adaptarse a cambios económicos rápidos y dinámicos. Como ejemplo, en nuestro país, el exceso de regulaciones, la tramitología y los incentivos equivocados, mantienen en la informalidad a cerca de 60% de los mexicanos que trabajan. La productividad y generación de riqueza en la informalidad es tres veces menor que en la formalidad, por lo que lógicamente, los empleos en este sector informal de la economía son muy precarios y de baja remuneración. Los altos índices de pobreza en México no se revertirán con innumerables programas sociales no focalizados y permanentes, que son paliativos y no serán sostenibles en el tiempo, como lo evidencia el altísimo déficit propuesto en el Presupuesto de Egresos para el año 2024. Urge que el gobierno deje de estorbar, facilite la formalidad y competencia en todos los mercados, para que aumente la productividad y generación de riqueza. El mejor programa social es un empleo formal bien remunerado.

En un sistema de libre mercado, la competencia incentiva la innovación, el desarrollo tecnológico y la productividad. Las empresas formales compiten para atraer clientes ofreciendo cada vez mejores productos y servicios a precios más competitivos. Esto estimula la generación de más y mejores empleos bien remunerados, dando lugar a un círculo virtuoso de creación de riqueza y prosperidad compartida.

La innovación y el desarrollo tecnológico son la principal fuente de productividad y generación de valor en el mundo, y estas florecen cuando las empresas logran atraer al mejor talento, a los colaboradores más competentes, creando más y mejores empleos, que son la base para que un país alcance un desarrollo inclusivo. Por eso es tan importante que los gobiernos inviertan en un sistema educativo de calidad, que dote a los jóvenes de las competencias y habilidades necesarias.

Cuando recordamos que el hombre más rico del mundo llegó a esta posición coadyuvando a la sustentabilidad del planeta al revolucionar la industria automotriz con la electromovilidad, y con otra de sus empresas dando cobertura satelital a las regiones más olvidadas y apartadas de la tierra, abriendo un universo de nuevas oportunidades para los habitantes de estas zonas; sin olvidar los cientos de miles de empleos bien remunerados generados en el camino, no podemos negar que la “mano invisible” sí existe.

En conclusión, el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía con una regulación sencilla e inteligente que facilite el emprendimiento de alto valor y la competencia en todos los mercados. Concentrando sus esfuerzos en garantizar seguridad, acceso a servicios educativos y salud de calidad. Invirtiendo en infraestructura, para que todos y cada uno podamos desarrollar libremente nuestras capacidades al máximo y mejorar con creatividad, trabajo y esfuerzo nuestra calidad de vida. #OpiniónCoparmex

Gerardo Trejo Veytia

Secretario General de Coparmex

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