volvió a la carga: un auténtico barra brava que lanza pedradas e improperios en su defensa. Cargó fuerte contra la Selección, en un discurso incendiario, amenazante; ni al caso.

Por enésima vez perdió el control. Al calor del enojo y la impotencia, tropezó con la misma piedra: No pensó lo que dijo. El entrenador del América repartió culpas, pero no se hizo responsable de las propias. Una pena.

Desafiar al equipo mexicano con no prestarle más jugadores es meterse en una batalla en la que va a terminar acribillado. Extraña ofensa de Herrera, porque sabe muy bien cómo se manejan las cosas en la Selección Nacional. Ir en contra de acuerdos directivos lo hace ver mal, caprichoso, altanero.

El problema del entrenador no es la Selección, es por dónde se están moviendo sus jugadores. Primero, tendría que poner orden entre su gente, no permitir sobrecargas físicas innecesarias; disciplina, se llama. Hay noticias de que algunos de sus dirigidos van a entrenarse después de la práctica en Coapa, con otro preparador. La bronca ahí está.

Gerardo Martino, técnico de la Selección, evitó confrontarse. Decente y relajado, el Tata respondió que, en el equipo mexicano, “trabajamos respaldados por cuestiones científicas, no simplemente por lo que diga yo. En ningún caso negociamos con los clubes”. Herrera tiene que ocuparse en mejorar al América, dominar sus arranques y permitir que el futbolista —si es llamado— acuda con el representativo nacional, porque es el logro máximo en su carrera deportiva. Besos y abrazos para todos.

@elmagazo

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