El daño está hecho. Juan Carlos Osorio podrá dormir tranquilo, porque pudo desahogar la frustración contenida desde el 2 de julio de 2018, cuando Brasil eliminó a México de la de Rusia, en la Arena de Samara, dentro de los octavos de final.

La derrota le oprimía el pecho, lo asfixiaba. Su ego no resistió más, traía el tanque lleno de combustible para incendiar y consumir el orgullo de los futbolistas que dirigió. El líder de la tropa encañonó a sus soldados y disparó.

La declaración de Osorio a ESPN Brasil, en la que da a entender el miedo de los jugadores mexicanos, minutos antes de enfrentar a los brasileños, no es más que una traición a la confianza de un grupo que —seguramente— calló muchas veces situaciones que no le gustaban de su entrenador, porque los jugadores de ese ciclo mundialista tendrán un sinfín de quejas del colombiano, pero —por respeto a esos famosos códigos de vestuario— no abrieron la boca. Lo que pasa en el vestuario, se queda en el vestuario.

 

Osorio, muy parlanchín y amante de los discursos “engaña bobos”, se envalentó —cosa que no hizo en su momento— en Sudamérica y escupió palabras incómodas, fuera de tiempo, mal intencionadas, estúpidas, baratas y absurdas.

Seguramente, sucedió que los futbolistas no respondieron cuando él preguntó si “estaban preparados para jugar contra Brasil”, pero no debió ventilarlo casi 24 meses después.

Si necesitaba encontrar culpables y exhibir que él no tuvo nada que ver en otro fracaso del Tricolor por alcanzar el quinto partido en un Mundial, era en la conferencia de prensa posterior al juego. El técnico, quien debió haber dejado el cargo en 2016, después del humillante 7-0 de Chile en la Copa América del Centenario, no tiene cómo justificar el desastre que causó.

Hoy, debe escribir con rojo y azul —siempre anotaba lo bueno y malo que veía con esos colores— en su libreta: “México me odia”, “A México no regreso”, “No debo romper la confianza del vestuario”.

Osorio demostró, al final, que nunca creyó en el futbolista mexicano y —si aceptó la oferta de la Selección— fue simplemente por dinero, porque el cañonazo de dólares que ofrece la Femexfut por dirigir a la escuadra nacional es —para muchos— irresistible. Besos y abrazos para todos.

@elmagazo

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