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En días pasados, la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de Jorge Volpi, coordinador de Difusión Cultural, presentó un importante documento titulado: “Para salir de terapia intensiva, estrategias del sector cultural hacia el futuro”, bajo los auspicios de la Cátedra Internacional Inés Amor en gestión cultural, cuya titular es la Maestra Graciela de la Torre.

Documento aparentemente de coyuntura por el tema y el momento en que ha sido dado a conocer, trasciende por mucho la circunstancia y la intención explícita. No conozco en los años recientes un esfuerzo tan amplio como este diagnóstico y propuesta de posibles soluciones a la problemática de la vida cultural de México y de sus instituciones. Este trabajo, que presenta en un acucioso texto Jorge Volpi, es el resultado de una labor de equipo que realizara la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, con la colaboración, entre otros, principalmente del Mto. Juan Meliá, responsable del área de Teatro de la Coordinación.

En el desarrollo de dicho documento participó principalmente el equipo que conformó Jorge Volpi para su segundo periodo en el cargo, en el que destacan varios actores principalísimos en la vida cultural de nuestro país de los últimos 30 años, como Mario Espinosa, José Luis Paredes Pacho, Eduardo Vázquez Martín, Amanda de la Garza, José Wolffer y otros igualmente significativos.

El documento, estructurado en cinco capítulos, da cuenta en el primero del contexto de la vida cultural mexicana. En un segundo capítulo busca identificar los principales problemas que se han vivido en los últimos años, no sólo en la UNAM, sino en todo el sector y que se han agudizado por la crisis que ha provocado la pandemia del Covid-19, así como una serie de propuestas generales para enfrentarlos y explorar vías de solución. Cabe destacar en este punto que esas propuestas rebasan por mucho las actuales circunstancias y pueden servir como una referencia obligada para una política cultural nacional.

En el tercer capítulo definen una serie de líneas estratégicas a corto, mediano y largo plazo en las distintas áreas del quehacer de la difusión: las artes escénicas, las artes visuales y los museos, los libros y los lectores, el patrimonio cultural, el sector audiovisual, la cultura digital, la cultura popular y alternativa y las redes comunitarias.

Seguramente en estos capítulos, que no aparecen firmados, es donde aportaron sus experiencias concretas los responsables de estas áreas en Difusión Cultural, con lo que se tiene un rico panorama que no se queda en el claustro universitario y que considera la experiencia y la problemática nacionales.

El cuarto capítulo se refiere a un estudio de opinión realizado ex profeso para esta investigación por la prestigiada casa encuestadora Mitofsky, que explora el impacto del Covid-19 en las personas que trabajan en el sector cultural y muestran los resultados de 4 mil 168 entrevistas, realizadas entre el 11 y 22 de mayo pasados en todos los estados de la República, acompañado de cuatro estudios exploratorios sobre los resultados de esta encuesta realizados por Julia Isabel Flores, Luis Felipe González, Enrique de la Garza Toledo y Eduardo Nivón.

En este documento se evidencia y destaca la fragilidad, la vulnerabilidad a la que se enfrentan los miembros de esta comunidad en la situación en la que se encuentra en este momento en México, donde a las consecuencias directas de la pandemia se suma la “austeridad” a la que desde el año pasado obliga al sector el actual gobierno.

La legitimidad de este documento tiene como fundamento el papel que ha desempeñado la UNAM en la vida cultural de México, desde los años 50 del siglo pasado, y que ha sido determinante. Si bien es cierto que el gobierno mexicano cuenta con importantes instituciones culturales que han jugado dignamente un brillante papel, la UNAM ha sido más que una institución cultural, ya que el papel de búsqueda y vanguardia que juega en la docencia y la investigación científica y humanística concierne también en el mundo del arte y la cultura.

Así, por ejemplo, en momentos inciertos para la libertad de expresión y de creación, la UNAM supo asumir su responsabilidad poniéndose a la vanguardia en cuanto a expresiones artísticas, abriendo sus puertas entre los años 50 y 60 a los nuevos creadores de todas las disciplinas que se hallaban desarrollando formas novedosas de hacer teatro, cine, artes visuales, etc., enfrentándose de manera directa con el establishment cultural (recordar la consigna de algún muralista: “No hay más ruta que la nuestra…”). Ello fue posible gracias, entre otras cosas, a la refrescante presencia en ella de intelectuales y artistas llegados con la emigración de la República Española, recién llegados, y de los entonces jóvenes artistas mexicanos, cobijados todos por la autonomía universitaria.

Ojalá que la serie de charlas y conferencias que la propia Coordinación organiza estos días sirva para difundir y dar a conocer más este excelente trabajo no sólo entre la comunidad cultural, sino en el conjunto de la sociedad mexicana, y para incluir en este debate otras voces igualmente importantes. Felicidades a Jorge Volpi y su equipo por esta venturosa y afortunada iniciativa.

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