El sábado 12 de diciembre el periódico francés Le Figaro publicó en su primera página un editorial titulado, en traducción libre, “Chivo expiatorio”, en donde hace ver que la cultura ha sido una de las principales víctimas de la lucha contra el Coronavirus.

El tema al que hace referencia es que ante el agravamiento de la crisis sanitaria, el gobierno francés había tenido que ofrecer a la sociedad, como pieza de sacrificio, el cierre de los recintos en donde suceden las actividades artística y culturales: cines, teatros, museos, haciendo notar que estos lugares (excepto quizás, añado yo, algunos museos que son al mismo tiempo polos de atracción turística, como el Louvre) tienen como características el ser de acceso fácilmente controlable y a donde normalmente no suelen acudir multitudes, por lo que es fácil evitar aglomeraciones.

Ejemplifica señalando que en un teatro o en un cine se puede mantener la distancia entre un espectador y otro con una buena distribución de las butacas, a diferencia de las aglomeraciones del transporte público, particularmente el Metro. En el caso de los museos, es más fácil controlar el número de visitantes sin necesidad de que la policía limite el acceso, sobre todo hoy, con la venta de entradas por internet y con horarios específicos, que en un mercado callejero o en un supermercado, o en las tiendas departamentales como el pasado Black Friday (Buen fin, en la versión local).

Como se podrá apreciar, en todas partes la cultura es siempre la parte prescindible de la vida social y económica, como está sucediendo también en México. Por ello la primera opción para recortar presupuestos cuando se hace necesario apoyar otras prioridades, normalmente más redituables políticamente bajo el pretexto de atender necesidades sociales más urgentes, es en las áreas de cultura.

Lo paradójico y lamentable es que precisamente el arte y la cultura han sido los principales alivios para mucha gente en esta época de crisis y aislamiento, y no solamente para las élites, lo que ratifica una vez su enorme valor social y, ¿por qué no?, político y económico.

Y todo ello a pesar de que gobiernos y líderes políticos siempre se llenen la boca hablando del arte y la cultura como valores centrales de sus convicciones…

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