Hace algunas semanas, en un dramático mensaje, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, llamó la atención al mundo sobre la creciente y urgente necesidad de prestar atención al cambio climático que está sufriendo nuestro planeta, advirtiéndonos de la gravedad e inmediatez del problema y de la falta de una respuesta decidida y contundente de la mayoría de los gobiernos del mundo a las soluciones posibles, que más que soluciones serían medidas de alivio siempre circunstanciales frente a la magnitud del problema.

Semanas antes en las páginas de este diario, el representante permanente de México ante Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente, publicó algunas interesantes reflexiones sobre el tema.

Cada día nos enteramos de nuevos desastres naturales cuyo origen los científicos atribuyen a este cambio, mientras que muchos dirigentes políticos permanecen insensibles ante el tema, como fue en el caso del presidente Donald Trump que negaba su existencia.

Todo ello surge en el marco de la Cumbre Climatica que se lleva a cabo en Glasgow, Escocia, en donde diversos jefes de Estado de reúnen para analizar la situación actual y, esperemos, tomar medidas más contundentes para aminorar sus efectos.

Paralelamente, diversas manifestaciones de jóvenes preocupados por su futuro exigen atención y respuesta urgente a este problema.

Ademas de su juventud destaca el hecho de que son mujeres quienes encabezan esas movilizaciones. En primer lugar, la joven sueca Greta Thunberg y últimamente una joven de origen mexicano en los Estados Unidos, Xiye Bastida, quien recientemente se dirigió a los líderes del mundo que participaron en una reunión sobre el tema en la Casa Blanca en el mes de abril.

Toda esta actividad global contrasta con la poca respuesta que todas estas manifestaciones que llegan a reunir a cientos de miles de personas en otros países de diversos grupos sociales tienen en el nuestro. Al respecto de una de ellas en la que hubo una importante participación de jóvenes, pregunté en algunos círculos ¿a qué atribuían la falta de involucramiento de la sociedad mexicana en ella? La respuesta que encontré en algunos de ellos inquieta y preocupa porque afirmaron que el tema del cambio climático era un tema de “blancos”, un tema “fifí”, es decir, de las capas más alta de la sociedad. Esta respuesta muestra cuan profunda es la repercusión que ha tenido en la conciencia social de los mexicanos la polarización que desde quienes detentan hoy el poder se alimenta.

Esto me parece doblemente grave, primero porque es falso. En un trabajo de tesis de posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas, Priscila Urrutia destaca la enorme cantidad de movimientos sociales de grupos originarios y de marginados que sufren las consecuencias del cambio climático y que se manifiestan destacando en ellos la participacion de mujeres indigenas y de jóvenes y, segundo, porque hoy estamos constantemente informados de las grandes catástrofes: inundaciones, sequías, incendios forestales que el cambio climático provoca y que afectan fundamentalmente a los sectores más desprotegidos de la comunidad mundial.

Quiero entender que no es que los mexicanos no sepan de la importancia del tema. Uno de los cientificos que con mayor vigor señaló el problema y propuso una solución a una parte de él fue un mexicano, Mario Molina, quien por ello se hizo acreedor al Premio Nobel de Química junto con Paul Crutzen y Sherwood Rowland.

El problema del cambio climático no es algo que solamente vaya a afectar a una clase social o a algún país en particular. Es un problema que va más allá de la geografía y de las estructuras sociales y que afectará cada vez más a los sectores ya de por sí desprotegidos.

Resulta dramático que las ideologías políticas se sobrepongan a nuestras urgencias vitales, existenciales, que enfrentamos como género humano. El tema es de la misma importancia que las discriminaciónes de género y raza y no son, como afirma ese mismo poder político en México, ni ajenos ni distractores del fundamental que es la creciente desigualdad económica y social.

Ojalá que los resultados de la reunión de Escocia hagan tomar conciencia a los ciudadanos del mundo para que exijan cada vez más activamente a los responsables gubernamentales, a fin de compensar la miopía política de los gobiernos que poco o nada hacen en esta línea y que, al contrario, insisten en utilizar energías contaminantes y proyectos que atentan contra la naturaleza y las formas tradicionales de vivir.

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