¿Qué tan feliz crees ser? Te planteo y me planteo esta pregunta querido lector y querida lectora.

Para medir los índices de felicidad en los distintos países, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), analiza a grandes rasgos dos aspectos: el nivel de vida creado por factores externos a las personas (la seguridad, el PIB per cápita, la confianza en las instituciones, el medio ambiente y demás) y el creado por factores internos (el bienestar psicológico, las buenas relaciones, las emociones equilibradas, la salud, entre otros).

No es de extrañar que, en México, dichos índices han ido a la baja desde hace ocho años. Pero enfoquémonos sólo en lo interno, en lo que está en nuestras manos cambiar.

Termino la lectura del libro Molecules of Emotion, de Candace Pert, bióloga molecular de la Universidad de Georgetown considerada la madre de la PsicoNeuroInmunología (PNI) y quien descubrió la molécula de las endorfinas –la morfina natural del cuerpo–.

¿Alguna vez tu rostro se ha puesto rojo después de algún pensamiento bochornoso? ¿Has tenido una dermatitis que coincide con alguna preocupación? El cuerpo y la mente se afectan mutuamente. Las emociones –durante largo tiempo ignoradas por la ciencia tradicional– son la clave para comprender el panorama de la PNI. De la misma manera, las moléculas de la emoción pueden movilizar células inmunes para destruir un tumor incipiente.

Expresar las emociones por cualquier vía es lo mejor que podemos hacer para que la bioquímica que generan fluya por todos los sistemas. En cambio, cuando se reprimen, niegan o se les impide ser lo que son, nuestra red de caminos se bloquea y se detiene el flujo vital y el bienestar. Con ello se uniforman los químicos que inciden tanto en las respuestas biológicas del organismo como en las conductuales.

“Pienso que la felicidad es lo que sentimos cuando la bioquímica de nuestras emociones, los neuropéptidos y sus receptores están abiertos y fluyen libremente a través de una red psicosomática que integra y coordina nuestros sistemas, órganos y células en un movimiento rítmico y suave. Salud y felicidad son inseparables. La felicidad es nuestro estado natural y la dicha está cableada. Sólo cuando nuestros sistemas se bloquean, cierran y desordenan es que experimentamos los cambios de humor que crean la infelicidad”, comenta Pert.

Sobra decir que necesitamos emociones que regeneren nuestro sistema. Para lograrlo, lo más importante que considerar es ¿quién crea la información que se percibe del mundo? El observador interno. A esto el antropólogo Gregory Bateson lo define como “la diferencia que marca la diferencia”. ¿Cómo se percibe una situación determinada, por ejemplo, caminar en el campo es placentero o amenazante? Esa emoción crea una bioquímica que se vuelve información y conduce cada sistema del cuerpo. Lo cual quiere decir que las emociones guían el timón.

¿Qué tan feliz crees ser? Lo importante es percibir la historia que te cuentas sobre cada situación y cambiarla para modificar la bioquímica que baña cada una de tus células. Es tu interpretación personal –información– la que marca la diferencia.

Esa información incide tanto en el cuerpo como en la mente, aunque no pertenece a ninguna de esas dimensiones. Por lo tanto, es el eslabón que faltaba para trascender, a decir de Pert, la división entre cuerpo y mente.

Nuestro cuerpo tiene una inteligencia que no hemos terminado de comprender, ello nos llama a la responsabilidad. Pert nos invita a no actuar como máquinas en espera de ser reparadas por un médico. Tú y yo tenemos el poder y el potencial para crear de manera consciente una salud integral.

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